Estreno
CRÍTICA DE CINE / «Harry Potter»: Aventuras a la deriva
Director: David Yates. Intérpretes: Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Helena Bonham-Carter, Ralph Fiennes. Duración: 146 minutos. USA-GB, 2010. Fantástico.
«Estos son tiempos oscuros, es innegable», sentencia un ominoso ministro de la Magia en el arranque de «Harry Potter y las reliquias de la muerte». La primera secuencia, protagonizada por un Voldemort en pos de la varita ajena, una víctima levitante y una serpiente que abre las fauces para comerse la cámara, rinde homenaje a esa amenazante alerta, que parece extenderse por todo el metraje como una marea negra. Nada que objetar, dado que la saga lleva unos cuantos episodios –desde el tercero y el mejor, dirigido por Alfonso Cuarón– disfrazándose de gótico siniestro. Nada que objetar, tampoco, al empaque visual de la película, sensiblemente mejorado por la fotografía del gran Eduardo Serra; apoyado en un excelente diseño de producción, que da lo mejor de sí mismo en la escena que se desarrolla en el nuevo Ministerio de la Magia tomado por las fuerzas del Mal, cuyo totalitarista aspecto debe tanto al Terry Gilliam de «Brazil» como al Fritz Lang de «Metrópolis»; y rematado con la inclusión de un hermoso corto de animación de sombras chinescas que vale su peso en oro.
Harry Potter y sus colegas, Ron y Hermione, han dejado las aulas por primera vez para escapar de las garras de Voldemort en campo abierto. La desaparición de la escuela de Hogwarts priva de un escenario a las aventuras de este trío calavera que, ahora, errando por exteriores abstractos, parecen candidatos a protagonizar una de las más vanguardistas hazañas de Gus Van Sant. De ahí que un largo segmento de esta extraña odisea se desarrolle sin mapa de ruta, como en una inquietante tierra de nadie que demuestra lo muy a la deriva que navega la séptima parte de la millonaria saga.
Por exigencias comerciales, este capítulo final se ha dividido en dos partes (la última se estrenará en el verano de 2011), y no es difícil comprobar cuándo se podrían haber utilizado las tijeras para convertirla en una sola. Enfrentados al paisaje de su desconcierto, los jóvenes héroes de este «Harry Potter» ni siquiera testan los límites del relato: son simples marionetas mirando al horizonte, esperando, como el público, que algún día llegue el momento de la verdad.
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