Iglesia Católica

Educar el corazón por Paloma PEDRERO

La Razón
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«La idea ha de hacerse sentimiento si ha de mover a la voluntad», decía el viejo Aristóteles. Algo misógino pero gran sabio en muchas cosas, entre otras la de entender la poética dramática y su función catártica en la sociedad. Sí, sin sentimiento expresado no hay arte, pero tampoco felicidad. Sin pasión no hay voluntad. Sin aprendizaje emocional no hay sentido en la vida. Parece muy evidente lo que digo, sin embargo, no lo es del todo. Arrastramos valores arcaicos en los que la fuerza fisica e intelectual son paradigma. Los varones, educados para mandar y controlar sus emociones, y con su recóndito cerebro regado de testosterona, han reprimido en casi todo los dictados de su corazón convirtiéndolo en un enano sin voz ni voto. Ellos, pobres, tenían que poner lo importante en la ambición, el dinero, la política… El tener y no el ser. Ellos, debían encontrar su gozo en lo más intelectual de la existencia. Los sentimientos, la vida íntima sólo tenía un valor personal, nunca social. Hacer del mundo un lugar amoroso era algo rídiculo, no entraba en los planes de esas estructuras patriarcales llenas de pájaros en el cerebro. La mujer, en cambio, siempre ha vivido más cerca del corazón. Se le permitía. Porque además sus funciones han sido primordiales: dar y sostener la vida. Y eso es un acto de construcción. Amar, gestar, parir, cuidar, educar, amar… No cabe violencia. Pero para amar, gestar, parir, cuidar, educar… hay que tener la mente muy agil, muy bien educada. El sentimiento, la intuición, la capacidad para crear está cerca de la naturaleza. La tierra es su espacio. Por eso es tan importante que los hombres revolucionarios sigan rebelándose contra cualquier rol de prepotencia y dominio. He observado cómo muchos hombres mayores, cuando dejan de competir social y laboralmente, se dulcifican, expresan sus mejores emociones. Mujeres intelectualmente violentas las hay también, sin duda. Los valores sociales dominantes atacan a todos. Pero para poder llegar a hacer un mundo justo, igualitario, profundo y más feliz , hay que luchar por un camino nuevo. Hay que educar el corazón.