Literatura

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Matute

Hay frases como titulares, no para los periódicos, sino para el alma. Ana María Matute, Premio Cervantes, se sacó una frase tan sincera como certera, que es una enseñanza para el futuro.

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Arrebola el rostro y las almas: «El que no inventa no vive». Y la gran señora, de pelo blanco y arrugas las justas, precedió esta sentencia con una cita de San Juan de la Cruz: «El que no ama está muerto». Como en esgrima, «touché». Con humildad, dio a los que la quieren recibir una suave colleja para que se nos active el riego sanguíneo: inventar y querer, ambos afanes costosos, mal considerados y peor pagados, no hablo de euros, sino de hipotecas en el alma. Yo, por seguirle la corriente, tengo una gran inventiva, sobre todo cuando sueño: en el duermevela de la frustración soñé, tras el partido, que lo que vi había sido mentira: el Madrid ganaba 3-2, una remontada épica. Y en sueños fui feliz, porque incluso no estaba Mourinho, sino Del Bosque hablando en la rueda de prensa sin hablar de expulsados ni penando lo que fue... «El que no inventa no vive», señora Matute. Y después soñé más, para hacer un cruce de mangas a San Juan de la Cruz: «El que no ama no vive». Soñé que amaba, inventé al fin lo que no puedo ejercer, pero amé trascendiendo mi cuerpo hasta llegar al éxtasis. Fue una noche en que mi mente estuvo muy ocupada, tanto que me despertaba para comprobar la realidad y quedarme con los sueños, menos ingratos. Y en esa ráfaga, que te lleva a desposeerte del edredón para airear sueños y calor, volví a la vida y me di cuenta de que, a ciertas edades, hacemos el camino de vuelta: por fin volvemos a ser un niño, como usted, Ana María Matute, vamos de regreso a la niñez, a los cuentos de príncipes y princesas (unos se casan hoy), a disfrutar, después de tormentas terribles, la placidez de leer e inventarse otros mundos para sobrevivir en éste de la manera tan decorosa que no nos deje en un renuncio. ¿Qué hacer? Inventar, por supuesto, pero sin traicionarse, amar evidentemente pero sin perder las señas de identidad, leer cuanto más mejor, que yo hasta leo los escaparates cuando voy en autobús. Me educaron para juntar nombres con preposiciones y verbos y para amar sin tantas herramientas. Tengo desasistidos ambos afanes, a cada cual más pleno, pero Matute me desperezó de ambos. Silencio... vuelvo a leer y del Madrid ni hablo. Y de amar... es el imprevisto más gozoso de todos.