Asia

Tokio

La disciplina japonesa se pone a prueba

Han pasado tres días desde el brutal terremoto. Ayer, mientras aumentaba la cifra de muertos y se temía por una nueva explosión en la central de Fukushima, los japoneses hicieron balance. Balance de lo sucedido pero también de todo lo que se puede hacer para evitar una catástrofe mayor en la que escasee la comida, el agua potable o incluso la luz.

Una persona pasa delante de un pesquero, ayer en la ciudad de Hachinohe, en la prefectura de Aomori
Una persona pasa delante de un pesquero, ayer en la ciudad de Hachinohe, en la prefectura de Aomorilarazon

De hecho ayer, el Gobierno de Japón confirmaba que 2,6 millones de hogares carecen de electricidad, 1,4 millones no tienen agua y 3,2 millones de casas se están quedando sin gas, en ciudades que ayer registraron 1ºC.

«No será fácil, pero superaremos esta crisis, como hemos hecho en el pasado», indicaba a primera hora el primer ministro nipón, Naoto Kan. Las decisiones tomadas por el Ejecutivo implican a toda la población, por lo que la disciplina japonesa se pone a prueba.

En primer lugar, las dos principales compañías eléctricas cortarán la luz, en periodos de hasta tres horas, para garantizar el suministro en las áreas más afectadas por el seísmo. Tanto Tokio Electric Power (Tepco) como Tohoku Electric Power podrán interrumpir su actividad desde hoy y si lo necesitan, tomar electricidad de otras empresas para que en las prefecturas devastadas de Aomori, Iwate, Miyagi y Fukushima no se queden a oscuras. «Ha sido una decisión muy difícil, habrá gente que se quedará sin luz», se disculpaba Kan. De hecho, es la primera vez en las historia del país que se decide realizar apagones selectivos y rotatorios.

El director general de la Agencia de Recursos Naturales y Energía de Japón, Tesuhiro Hosono, reveló que la situación es tan grave que aunque se pusiesen de nuevo en funcionamiento algunas centrales térmicas inutilizadas desde hace años, no sería posible satisfacer toda la demanda energética hasta dentro de varias semanas.

Además, las instalaciones de Tepco también están dañadas por lo que sufrirá una carencia de hasta diez millones de kilovatios al día en su capacidad de generación. Desde la compañía, reconocieron ayer que sus cortes quizás duren hasta finales de abril.

La segunda medida es el ahorro. Tanto el portavoz del Gobierno, Yukio Edano, como el ministro de Economía, Banri Kaieda, pidieron en sus comparecencias a los ciudadanos que redujeran el consumo eléctrico.

En tercer lugar, el Gobierno y la oposición se reunieron para barajar una subida temporal de los impuestos y así financiar la reconstrucción. Al cierre de esta edición, el primer ministro no había confirmado esta subida pero sí habló de un plan de recuperación económica asimilable al New Deal estadounidense tras el crack de 1929.

Orden en el caos

Las últimas cifras, que eran ratificadas ayer por la Oficina de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas (Ocha), señalaban que unas 600.000 personas habían sido evacuadas en los últimos tres días. 380.000 japoneses dejaron sus hogares arrasados por el terremoto y posterior tsunami y 210.000 por la otra pesadilla de Japón, la central de Fukushima.

En Sendai, el epicentro del desastre, reina la calma. Sus habitantes intentan conseguir las últimas existencias de alimentos y gasolina en pacientes esperas. Las imágenes de edificios llenos de lodo, coches amontonados y restos de avionetas y barcas son las que ven de camino a los pocos supermercados que hay abiertos.

El aeropuerto continúa anegado y la zona costera y las localidades vecinas han sido tomadas por las Fuerzas de Auto Defensa, la Policía y los equipos de rescate. Los equipos buscan a los desaparecidos, todavía pueden ocurrir milagros entre los escombros.


El milagro de Shinkawa a bordo de su tejado
Entre las desoladoras cifras de víctimas y las devastadoras imágenes que dejaba Japón, quedaban historias de esperanza. Una de ellas la protagonizó Hiromitsu Shinkawa, un anciano de 60 años que fue encontrado en los restos del tejado de su casa mientras ondeaba una banderola roja. El hombre fue arrasado junto con su casa entera por la ola gigante que arrasó la región de Fukushima, pero consiguió aguantar dos largos días, hasta que finalmente Shinkawa fue rescatado por un destructor de la Marina. El hombre relató cómo el tsunami golpeó su casa cuando había regresado tras el terremoto junto a su mujer para recoger algunos enseres. «Me salvé gracias a que me subí al tejado, pero mi mujer ha sido arrastrada por la corriente», recordaba Shinkawa. Así, estuvo dos días ondeando una banderola roja con la esperanza de ser visto. «Ningún helicóptero ni barco de los que han pasado cerca me ha visto... Creía que hoy iba a ser el último día de mi vida», aseguraba.