Gonzalo Caballero pasea un trofeo en Sevilla

Francia nos dio la noticia por la mañana. El Constitucional dice sí a la Fiesta de los toros a pesar de no celebrarse espectáculos taurinos en gran parte del país. Respeto a las minorías. A las raíces de cada pueblo. Mientras en España seguimos sumando debacles. Barcelona, San Sebastián... Del nacionalismo catalán al nacionalismo sangrante de Bildu y tiro porque me toca. España va bien. Si vinimos cabizbajos de Nimes por la grandeza de la fiesta allá, más todavía anduvimos ayer. Felices por la noticia. Apenados por vivir en época tan mediocre. Y pensando en ello se fue la tarde de Sevilla. La primera de la feria de San Miguel. Hasta que saltó al ruedo el sexto novillo, el que más se movió de un encierro de Juan Pedro Domecq que lo hizo poco. Gonzalo Caballero puso toda la artillería a funcionar. Intentó comenzar en el centro con la zurda y al tercer muletazo se llevó un volteretón monumental. La faena siguió presidida por las ganas de ser y las buenas maneras. Toreo asentado por ambas manos. Mató a la primera. Fulminante y paseó un merecido trofeo. El soso tercero le hizo quedarse a cero.

Una vuelta al ruedo dio Tomás Angulo con el quinto, por obra y gracia de su voluntad con el toro a pesar de que al novillo le faltara fondo. Solucionó con el segundo, tan protestón como flojo.

Rafael Cerro, novillero cuajado y hecho, se fue de vacío. Estuvo muy entonado con el sosote primero y al cien por cien con el cuarto, un soso novillo del que nada trascendía ni aunque a Cerro le hubiera dado por inmolarse. Y menos mal que ese sexto alivió el espectáculo. Menuda tarde teníamos encaminada... Al vacío.

Primera de la Feria de San Miguel. Novillos de Juan Pedro Domecq, bien presentados y deslucidos. Rafael Cerro, silencio y palmas tras aviso; Tomás Angulo, silencio y vuelta al ruedo; y Gonzalo Caballero, silencio y oreja. Más de media entrada.