Conciertos
Sofoquina por Antonio PÉREZ HENARES
El enjambre que vive bajo mi cabaña de madera en «El enebral» lo está pasando mal. A sus hermanas de las colmenas rodeadas de enebros no les irá mejor. El año tan seco es pobre en flores y éstas en néctar. O sea, que el hacendoso ganado apícola no tiene apenas qué llevarse a los panales. No va a ser buen año de miel, mas allá del espejismo de la floración del romero, que aprovechó aquellas lluvias primaverales de las que ya, en medio de esta sofoquina, no queda ni recuerdo. Vamos, que mejor haremos en muchos casos en no quitársela porque no van a tener si no con qué sobrevivir cuando llegue el invierno.
La canícula africana que estamos sufriendo estos días, amén de calentarnos la cabeza y alterarnos el humor, está arrasando el campo. Ha dado el último mazazo a no pocas cosechas de cereal que se animaron un poquillo con las tardías aguas, pero que se ha socarrado antes de granar con los tempranos y duros calores.
Es éste un momento muy delicado para la vida silvestre. Muchos animales, mamíferos y aves se encuentran en plena crianza y nos son estos excesos los que más les convienen ni a gazapos ni a volantones. Todo apunta a que va a ser una mala añada y un verano peligroso. Puede ser un año pavoroso en cuanto a incendios se refiere. Los montes están ya hechos una verdadera yesca. Cualquier imprudencia puede ser letal y para los canallas que encima los provocan todo son facilidades. Si una chispa puede provocar una catástrofe, un cerillazo coordinado y alimentado supone una hecatombe casi imposible de controlar.
Es momento pues de extremar precauciones y vigilancia. Confío en que mis abejas salgan adelante. Pero poco puedo, en verdad, hacer por ello. Por preservar nuestros bosques sí que podemos hacerlo todos.
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