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Alfredo P

La Razón
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El hombre no para de reinventarse, como si volviera a nacer cada día. Rubalcaba, cristalizado tardíamente en Alfredo, se nos acaba de presentar, definitivamente, como Alfredo P. Rubalcaba. Presentación oficial en cartelería, y por lo tanto, en donde cuenta. «Mi padre no me perdonaría mi deber de defender el apellido paterno» declaró hace un tiempo sobre su apellido hoy reducido a un P punto. De momento quienes no se lo perdonan son los millones de Pérez españoles, «indignados» en las redes sociales ante tan repentina insignificancia. Pero con todo, en el cartel de Alfredo P. eso no es lo más relevante. Lo importante es la foto. No sostiene a un niño, pero como si lo hiciera, porque en el posado esboza una sonrisa contenida, beatífica, digna de ser votada. Eso sí, sonrisa con boca cerrada, porque los tiempos no están para chanzas. La sonrisa abierta, explícita, alegre de Zapatero pasó a la historia. El Pepe Blanco que se inventó el Z, el ZP, la sonrisa, el talante y la ceja, no hará la campaña de Rubalcaba. En tiempos de crisis se impone la austeridad, y la boca cerrada. Es más, si la crisis no se detiene, el próximo cartel de Alfredo P. será con gesto adusto, en blanco y negro.

Eso es lo que intenta evitar Felipe González aconsejándole dejar el gobierno. Si las cosas no mejoran, y no lo parece, los avatares de Zapatero le salpicarán al vicepresidente. En Grecia se aplicará el ajuste más duro de su historia, en Portugal el Estado se quedará con media paga de Navidad, en Italia el Gobierno aprueba 82 páginas de ajuste fiscal, y en España tenemos las barbas puestas a remojo. Si sigue en el Gobierno, no habrá photoshop posible para Alfredo P. Ni efectos, ni textos, ni marcas que valgan.

En el primer cartel, Alfredo P. aparece con la calva recortada y camisa y corbata violetas sobre fondo rojo. El violeta para remediar problemas mentales y nerviosos, dicen los expertos en colores. Regalar una rosa violeta, sin ir más lejos, aporta calma, autocontrol, dignidad y aristocracia. Buena elección, pues, lejos de las camisas blancas que en campaña lucía Zapatero para transmitir pureza, inocencia y optimismo. Eso, a Alfredo P. no le pega. Le va la agresividad del rojo, como fondo de cartel. Rojo socialista, y rojo de Botín, rojo intenso de banquero, que da energía, vitalidad, poder, fuerza e impulso, y lo que es mejor, ayuda a superar la depresión.

No crean que hacer un cartel es tarea fácil. El cartel tiene que disipar la crisis, sin albergar insustanciales optimismos, generar confianza y, sin ahuyentar los votos del centro, recuperar los apoyos de la izquierda. En el PSOE ya trabajan en el slogan de campaña, que no podrá ser «Por el cambio» de González en el 82, ni «Por el buen camino», del 86. Pero tampoco podrá ser el de ZP en 2004, «merecemos una España mejor», ni el último de 2008, «motivos para creer». Creanme, hacer el slogan les llevará meses a los socialistas. Esta puede ser la razón por la que Zapatero no pueda adelantar las elecciones...