Hace unos días era noticia que un ciudadano congolés residente en Bélgica denunciaba el contenido de una de las historietas del personaje de cómic Tintín («Tintín en el Congo») por racistas y xenófobas.
Dejando aparte que se trata de una ilustración realizada en 1930, y que era simplemente el reflejo de unos estereotipos de otra época, puede que este congoleño, si el tribunal le da la razón, vaya después a por Mickey Mouse, que el muy sinvergüenza jamás ha tenido reparos en aparecer en situaciones similares. O a por Betty Boop, que frecuentaba estereotipos parecidos como niños de color en campos de algodón, o caníbales africanos. Y qué me dicen de Mowgli, de «El libro de la selva». ¡O Dumbo!
La mitad de los estudios de Hollywood entre barrotes. Autores como Daniel Defoe o Julio Verne recibirían también su merecido. Y si descubre cómo era la versión original de «Oh Susana no llores más por mí», que albergaba frases como «kill 500 niggers (matar a 500 negros)», a lo mejor lucha por fulminar esa canción en todos los colegios del mundo.
No quiero ni imaginar qué pasaría si a las feministas les diera por hacer lo mismo con toda la cultura del siglo pasado que contenga estereotipos machistas.
Por supuesto que en la actualidad, viñetas como la de Tintín podrían tacharse de racistas, pero no es el caso. Hay que juzgarlas por la importancia del cambio de mentalidad y valores desde el día que se dibujaron hasta el día de hoy.