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Y el mejor actor es por Lluís Fernández

La Razón
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Por tercera vez, Brad Pitt es nominado para el Oscar al mejor actor por «Moneyball: Rompiendo las reglas». Tuvo la ocasión de oro con «El curioso caso de Benjamin Button», más adecuado para los estándares de Hollywood que este anodino mánager de un equipo de beisbol. En frente, el encantador Jean Dujardin, favorito entre los favoritos, y el rey del Nespresso, George Clooney, un actor que sabe rodearse de la crème de los directores progres.

El caso de Pitt es singular porque el personaje que encarna es un vulgar y desastrado mánager sin más atractivo que el del hombre sin atributos. Pero su interpretación, heredera de los sobrios actores del viejo Hollywood, es un prodigio de naturalidad, como si actor y personajes se fundieran para mejor representar a ese ser anodino que logra cambiar las anquilosadas estructuras con la sola fuerza de sus convicciones, sin importarle el éxito económico. El guionista Aaron Sorkin ha compuesto el contratipo de Zuckerberg en «La red social».

El caso de Meryl Streep es excepcional. Esta vez su nominación parece ser el Oscar a un estilo de interpretar a gente corriente que se impone gracias al deseo a ser ellos mismos sin renunciar a sus sueños de poder. La forma de encarnarlos son radicalmente distinta. Meryl Streep lo hace desde el interior, buscando el gesto preciso que dé sentido a ese deseo, confundiéndose con el personaje. Pero, en realidad, ambos buscan hacer olvidar al espectador que detrás de estos dos seres corrientes se esconden una mediática estrella de Hollywood y una afamada actriz doblemente oscarizada.