Baltimore
La semana de Martín Prieto: Otra vez Obama
El gran periodista Manuel Aznar, abuelo del ex presidente, ya advirtió que en el Gran Martes siempre ganan los candidatos que acuden a la reelección, a no ser que medie alguna catátrofe política.
«La doctora que me acompaña mea «Coca-Cola» tras haber sido oncóloga residente en Baltimore y Washington. Pero le he ganado 50 euros a que Obama se alzaba con la elección. Mi bola de cristal fue el gran periodista don Manuel Aznar, abuelo de José María Aznar, y el único español condenado a muerte por la República y el franquismo, de lo que se libró rocambolescamente con la astucia que le caracterizaba. Harry S. Truman era un camisero de Missouri, con pajarita, dicharachero e impredecible, que aporreaba el piano para entretener a su nieta. No quería ser vicepresidente de Franklin Deleanor Roosevelt (demasiada diferencia intelectual), pero el partido del burro le torció el brazo. Menos de tres meses después de su toma de posesión la viuda Eleanor le llamó a la Casa Blanca y le informó del mortal derrame cerebral de su marido y el camisero, aterrado, preguntó qué podía hacer por ella. «No, dígame que podemos hacer por usted». En los estertores de la guerra a Truman no se le había informado de nada y menos del «Proyecto Manhattan» que utilizó contra Japón. En 1945 se presentó el Gran Martes contra una figura como el gobernador de Nueva York, Thomás E. Dewey, sin que nadie apostara un dólar por el pianista de la Casa Blanca que había llegado de rebote, y hundido en los sondeos de opinión.
Sólo Aznar pronosticó su triunfo avasallador. En una redacción, ya muy viejo, nuestro periodista me dio una lección: «Salvo sucesos extraordinarios, el presidente tiene tiesas las riendas de su partido mientras al aspirante le tironean los suyos de cada brazo para llevarle de un sitio a otro y satisfacer sus ambiciones; el Presidente siempre tiene más facilidad para recaudar fondos electorales y no tiene que levantar de la nada una imagen política, aunque esté deteriorada, frente a una página llena de incógnitas. El que aspira a la reelección siempre esconde un as en la bocamanga».
Hasta el aborrecido Bush Jr. fue reelegido. Forma parte esta tesis de una serie de supersticiones sobre la votación en Ohio o Florida, o el resultado del último partido de rugby, como un pulpo Paul pasado del fútbol a la política, pero que a veces funciona. En la cena benéfica de gala ofrecida por el arzobispo de Nueva York, Romney caricaturizó: «Hay que buscar un hombro en el que descansar la cabeza; yo tengo a mi mujer, Obama tiene a Bill Clinton». Destacaba así la unión de los demócratas.
Obama ha tenido muchos caladeros en qué pescar: los negros racistas (como los blancos), los inmigrantes latinos defraudados pero temerosos de Romney («son una peste social»), los que esperan vientos nuevos para el aborto y la legislación homosexual (Obama es favorable a ambos) y sobre todo, las mujeres que le han votado, más de la mitad de las censadas. Que le pregunten a Michelle, harta de que el presidente acuda a la cama dejando tirada la ropa por el pasillo, hasta los calzoncillos. No es sólo la primera dama: es la jefa del jefe, cabeza del mejor bufete de Chicago, donde le contrató de becario, dueña de la fortuna familiar e incapaz de que Obama deje de fumar excepto en público.
LOS BOTONES DEL PODER
Se dice que durante el primer mandato el presidente se entera de dónde están los muebles y qué botones hay que pulsar para que sirvan un café o un ataque nuclear. La segunda presidencia es para lograr una buena referencia en los libros de Historia. Barack Hussein Obama lo tiene difícil porque repite la situación anterior ante una Cámara de Representantes de mayoría republicana y un Senado mayormente demócrata pero con una minoría republicana de bloqueo. Tendrá que negociar con el Legislativo hasta cuando se iza la bandera en la Casa Blanca. Aumentará los impuestos y rebajará el déficit (todo eso nos suena); la retirada de Afganistán le vendrá bien porque es otro Vietnam; se lleva muy mal con Netanyahu, lo que complica las relaciones Estados Unidos-Israel ante la carrera atómica iraní, y seguirá mirando más al Pacífico y a Asia que a Europa, por más que le preocupe la estabilidad de la eurozona. A la postre, los bonos americanos están en China. Como era de prever, nada se ha dicho de su incumplida promesa electoral de desmantelar el limbo jurídico de Guantánamo. Ni los militares les quieren juzgar ni otros países, acogerlos. Esa sí que es una cadena perpetua revisable.
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