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Escaldado por Carlos Alsina

La Razón
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Me llama un propagandista para comerme la oreja con lo detestable que es Alemania y el acoso que, por su culpa, está sufriendo la heroica España. Se toma a mal que le muestre mi reserva hacia el discurso calimero que se extiende por los editoriales y las tertulias patrias. Calimero era un pollito negro que siempre se lamentaba de que nadie le apoyara. «Nadie me quiere», decía, «es una injusticia». El público adoraba su tono quejoso y aplaudía que repitiera sus lamentos, episodio tras episodio. La corriente indica que ahora toca pintar a Merkel como una loca indocumentada, cabezota, intransigente e insolidaria que hundirá España sólo para ganar sus elecciones en casa. Puede que esta señora sea, en efecto, una insolvente (no sería el primer caso de insolvente llegado a la jefatura de un gobierno) pero, como explicación de lo que está pasando con la deuda pública-privada española, me parece más propia de «Banner y Flapy» que de sesudos artículos de fondo. La corriente dice que ahora toca recordar que Alemania provocó dos guerras mundiales y que nunca ha ejercido, en realidad, de socio europeísta –estamos a un paso de publicar fotomontajes de Merkel con esvásticas–. Yo me confieso escarmentado de haber creído en la solidez de nuestro sistema bancario en aquellos tiempos en que el mero hecho de dudar equivalía a traicionar a tu país; me confieso escaldado de atribuir a la animadversión de la Prensa anglosajona, tan envidiosa de nuestro éxito, sus crónicas hirientes de los tres últimos años (mejor no comparamos las informaciones del «Financial Times» o el «The Economist» con las que dimos nosotros porque dudo que saliéramos airosos). Hubo un tiempo en que lo «antipatriota» era hablar de la crisis. Ahora lo «antipatriota» es explicar que tal vez nuestros socios prefieran rescatarnos a seguir echando dinero del BCE en un pozo sin fondo.