Estreno
CRÍTICA DE CINE/«Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas»: Un bello abrazo
Dirección y guión: Apichatpong Weerasethakul. Intérpretes: Thanapat Saisaymar, Jenjira Pongpas. Tailandia/GB/Francia/Alemania/Holanda/España, 10. Duración: 107 min. Fantástico.
Apichatpong Weerasethakul es un cineasta lunar. Todas sus películas parecen desplegarse bajo el influjo de la luna, fluidas y enigmáticas, cuentos imposibles que eluden etiquetas para poner al mismo nivel realidad y ficción, sueño y vigilia, el universo de los vivos y el de los muertos. Pocos cineastas han trabajado con tanta naturalidad –pienso en el Mizoguchi de «Cuentos de la luna pálida»– la convivencia cotidiana entre los que aún respiran y los que se aparecen, entre los humanos de carne y hueso y los espectros que los protegen. No hay juego de opuestos sino mecánica de fluidos: el cine discurre como el agua, que baña por igual pasado, presente y futuro sumiendo al espectador en un estado de extraña embriaguez.
La placidez con que el tío Boonmee se despide de sus familiares y se entrega al ensueño de sus reencarnaciones es la placidez con que la puesta en escena nos invita a compartir su tránsito. A cada estrato de realidad le corresponde un estilo, pero todos aceptan de buen grado que la más radical de las extravagancias –un fantasma con aspecto de Waldemar Daninsky, una princesa que llega al orgasmo con un pez que habla– se integre en su devenir. Weerasethakul está tan seguro de su propuesta –culminación de un proyecto multimedia que lleva el nombre de «Primitive»– que nada chirría, que lo que en otra película sería salida de tono, aquí funciona como armoniosa comunión entre cine de género y cine de autor.
El viaje a una cueva que fue el origen de Boonmee, el kilómetro cero de su existencia en todos los mundos que están en este, es el viaje al punto irrepresentable del que todos procedemos. Como el amante perdiéndose al fondo de la noche en «Tropical malady» o como la misteriosa digresión final de «Syndromes and a Century», este «Uncle Boonmee» aspira a representar el agujero negro que nos vio nacer, la oscuridad del cosmos abriéndose paso a una luz que dará sentido a nuestra vida cotidiana y que cristalizará en uno de los más bellos abrazos del cine reciente, el que una esposa muerta le da al marido que pronto se reunirá con ella.
Lo mejor: la cena entre vivos y muertos, comunión en el otro lado que se celebra en el confín de los tiempos
Lo peor: la probable resistencia de los espectadores a una propuesta tan poco convencional
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