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Otra derrota de la izquierda

La Razón
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Aunque existe incertidumbre sobre quién será el próximo primer ministro británico, las elecciones celebradas el jueves en Reino Unido arrojan tres conclusiones inapelables: el conservador David Cameron gana, el laborista Gordon Brown pierde y el liberal-demócrata Nick Clegg se erige en árbitro. Es comprensible que a estas horas aún subsistan muchas incógnitas, pues se trata de un país en el que lo habitual es que gane por mayoría absoluta uno de los dos partidos mayoritarios; de hecho, hacía 36 años que no se daba una situación como la de ahora. Si bien la tradición británica reserva al «premier» gobernante la prerrogativa de dar el primer paso, lo razonable y lo habitual en otros países democráticos es que forme Gobierno el partido con más votos y escaños, ya sea en minoría o en coalición. Así lo han entendido tanto Cameron como Clegg. Este último se adelantó al afirmar que escucharía al líder conservador antes que a Brown. Por tanto, y si ambos dirigentes llegan a un acuerdo sobre puntos claves como la reforma del sistema electoral, inmigración y política europea, lo más natural es que sea el candidato «tory» el que forme el próximo Gobierno de Su Majestad. En todo caso, más allá de la cocina postelectoral que cada cual realice, el mensaje que los británicos han depositado en las urnas es directo y muy nítido: quieren un cambio y quieren un nuevo líder, porque el laborismo, tras trece años de gestión, ha perdido aceptación, fiabilidad y crédito. El batacazo de Gordon Brown, sin llegar a la catástrofe temida, es el peor de los laboristas en los últimos 27 años. Dicho de otro modo, Gran Bretaña, al igual que la gran mayoría de los países europeos, ha dado la espalda a las recetas socialistas para enfrentarse a la crisis y opta por la solvencia de las fórmulas conservadoras. Un rápido vistazo al mapa de la Europa en crisis revela que los gobiernos socialistas se refugian en España, Portugal y Grecia, amén de alguna pequeña república báltica. Por el contrario, en los países que están haciendo frente a la crisis económica con más energía y acierto gobiernan dirigentes conservadores o liberales, como en Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Polonia, Hungría, etc. Basta comparar las realidades económicas de estos países con los citados anteriormente para comprender por qué los británicos, haciendo honor a su fama de pueblo pragmático, han dado la espalda al socialista Brown y han preferido que en su lugar gobierne el conservador Cameron. Con una diferencia de 48 escaños a favor del último, no tendría mucho sentido que el dirigente laborista se enrocara en el 10 de Downing Street o que jugara a desestabilizar un relevo que ha pedido el 36,1% de los votantes. Reino Unido necesita un Gobierno fuerte y un liderazgo sólido para sortear las muchas dificultades económicas, entre ellas una caída en picado del crecimiento hasta alcanzar el -4,9 el pasado año, el aumento más elevado de la deuda pública (62%) en el último medio siglo y la tasa de paro más alta desde 1997. Ésta es la herencia que dejan los laboristas. Ahora les debería corresponder a los conservadores arreglar el desaguisado y devolver a los británicos la confianza en el futuro.