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Nos queda Alemania

La Razón
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España tiene los jóvenes muertos de hambre mejor preparados de Europa. Son más pobres que las ratas, pero tienen dos carreras universitarias y son capaces de contar sus desventuras fluidamente en tres idiomas. El que trabaja, los menos, apenas si cobra más de mil euros al mes; el que no trabaja, el 40% del censo, se desespera y rumia su frustración con cada currículo que envía inútilmente. En ambos casos, siguen viviendo en casa de sus padres, naturalmente. Hace dos años ironizaba yo en esta misma página sobre la atracción que la Alemania de Merkel empezaba a ejercer sobre los españoles y terminaba así la columna: «En el fondo, se sospecha que a los españoles les gustaría ser alemanes… Incluso cometerían la felonía de cambiar a Zapatero por Angela Merkel sólo porque la canciller esté sacando a su país de la crisis… Qué país, que empieza a murmurar "¡Vuelve pa'Alemania, Pepe!"». Estaba muy lejos de sospechar que aquella figura literaria se convertiría en prosaica realidad y que la mismísima canciller estimularía la contratación de jóvenes españoles sobradamente preparados para alimentar las calderas de la locomotora europea. Sus fábricas, despachos, laboratorios, hospitales, universidades, hoteles y centros de innovación necesitan como agua de mayo licenciados con ganas de comerse el mundo, y España ofrece la mejor cantera. No cabe duda de que la oferta de doña Angela será un alivio para miles de jóvenes, pero el precio que habremos de pagar será desmesurado. No sólo perderemos una reserva de talento en la que se ha invertido mucho dinero para su formación; también se esfumarán sus impuestos y sus cotizaciones sociales tan necesarias para garantizar las pensiones del futuro. El drama de España es que en los últimos años ha abierto las puertas a millones de inmigrantes sin cualificación, pero no puede retener la generación mejor preparada de su historia. Vuelve un viejo fantasma que atormentó a la España de los años 70: la fuga de cerebros, una sangría que retardaba el progreso social y lastraba la competitividad de nuestra economía. Por entonces se acusaba de aquella descapitalización al franquismo, pero ¿a quién acusaremos ahora? ¿Tal vez a un Gobierno que en siete años sólo se ha acordado de los jóvenes para rebajar la edad a la que pueden abortar? Lo cierto es que como hace 40 años, la próxima semana un gobernante español volverá a firmar con un colega europeo un convenio de emigración ordenada y en regla. Siempre nos quedará Alemania.