Premios Goya

OPINIÓN: A falta de ideas modelitos

La Razón
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El cine es espectáculo, auque en España, a falta de creatividad, haya que recurrir a la bronca política para conseguirlo. Y para enmascararla, nada mejor que los modelitos de alta costura prestados para conseguir una ceremonia mimética de la de Hollywood, objeto de odio y de deseo a partes iguales. Ante la falta de ingenio de la gala, el público desea ver a las artistas engalanadas con trajes de ensueño, porque actores y directores suelen ir bastante fachosos. Excepto Imanol Arias, siempre elegante, que ha contestado a los pitidos con la V de victoria. Pero es la «V de Vendetta» y su máscara lo que exhibían el grupo de cibernautas que increpaban quienes accedían a esta morbosa Gala de los Goya. Porque todos han tenido su ración de pitidos (incluso alguno ha estado a punto de llevarse un huevo estampado), excepto el presidente de la Academia, que ha pedido respeto para los manifestantes que lo vitoreaban.
Javier Bardem (al que dedicaron quienes protestaban fuera un «No a la guerra, sí a las perras»), entraba en la carpa pletórico, con sus dos nominaciones, al Goya y al Bafta (que no se llevó) y el Óscar, y bronca de honor para la ministra González-Sinde, que lucía un vestido granate con largo drapeado, escote palabra de honor y las uñas pintadas de color oscuro.
Palabra de honor ha sido el escote predominante, seguido de muchos cabellos aleonados, trajes largos de gasas color beis, rojo Minnelli y negro crisis. Y mucho frufru de sedas acariciando los dos mil metros de alfombra roja, bañada por una fina lluvia que simbolizaba el fino encaje que han tenido que tejer para que la foto más esperada, la ministra cogida del brazo del Presidente, no fuera un poema, como la cara de Álex de la Iglesia. A su lado, Leire Pajín, que lucía en plan gótico, y Elena Espinosa lánguida como Debora Kerr en «Quo Vadis», a punto de ser devorada por los leones. Y sobre la alfombra, despliegue «glamouroso» de estrellas detenidas en su mismidad, con el cuello vuelto hacia una plétora de flashes, mientras se colaba por detrás una invitada con un perro de esmoquin y un collar de estrás.