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El lenguaje del gesto por Alfonso Ussía

La Razón
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Me ha gustado lo que les dijo Toni Cantó, diputado por UPyD a los de «Amaiur». -No os doy la mano hasta que no devolváis las pistolas-, más o menos así. El actor valenciano ya había demostrado su valentía, cuando años atrás, en la cúspide del poder de sus colegas de la Ceja, los puso a parir por aprovechados y pesebristas. Sucede que el Rey no tiene el mismo nivel de libertad que Toni Cantó, y está institucionalmente obligado a recibir en su despacho y estrechar la mano de todos los representantes de los partidos políticos con escaños en la próxima Legislatura. Y ahí es donde, sin perder la cortesía, el Rey habla gestualmente. Lo da a entender todo estableciendo esa distancia que tan frecuentente se salta cuando son otros los interlocutores. Alarga hasta el máximo la longitud del brazo, no esboza sonrisa alguna y señala como anfitrión la butaca donde debe sentarse el portavoz de los etarras y batasunos, para colmo, un jugador de balonmano retirado compañero de Iñaki Urdangarin, que responde al nombre y apellido de Mikel Errekondo.

También Errekondo estuvo correcto, y le concedió al Rey la normalidad del tratamiento. Otros no hacen lo mismo. Como «Ciudadano Borbón» se han dirigido a él, en estos treinta años, bastantes imbéciles. Pero ese respeto en el tratamiento al Rey por parte de Errekondo, se volatiliza en la posterior rueda de prensa, donde la falta de respeto, no sólo al Rey sino al resto de los españoles, se refuerza y manifiesta. Así, mientras el Rey ya ha despedido a Errekondo y se está lavando la mano derecha para evitar contagios –de no hacerlo, se lo recomiendo para futuras experiencias–, Errekondo vuelve a hablar de independencia, se niega a condenar a la ETA y nos pide a los españoles que sepamos estar a la altura de las circunstancias. Ignoro cuáles son las circunstancias y a la altura en que se hallan y nos exige Errekondo que alcancemos, pero en mi caso particular creo que es mi deber anunciarle que no voy a hacer esfuerzo alguno por alcanzar esa altura que nos pide. Además, que los españoles llevamos muchos años a la altura de las circunstancias lógicas, conviventes y pacíficas, en tanto ellos aún no se han atrevido a pedir perdón por representar a un buen número de terroristas asesinos. Si estar a la altura de las circunstancias es olvidar treinta y cinco años de terrorismo, que las circunstancias renuncien a mi altura. Si estar a la altura de las circunstancias es abandonar la memoria de los mil asesinados por la ETA , de las decenas de miles de heridos en sus actos terroristas y de los centenares de miles de familiares, compañeros y amigos de las víctimas del terrorismo, que las circunstancias renuncien a mi altura. Sí a la Justicia y no a la venganza. Ésa es la altura de mis circunstancias. Sí al cumplimiento de las penas y no al bochornoso indulto o putrefacta amnistía. Ésa es la altura de mis circunstancias.

Las circunstancias de Errekondo y la altura de ellas me traen al pairo. Que se reúnan, que entreguen las armas, que reconozcan el dolor causado, que reparen a las víctimas y les pidan perdón. Pero son ellos, y no los españoles, los que tienen que estar a la altura de sus terribles circunstancias.

El Rey sabe medir como nadie el espacio de los afectos y las distancias. Y en ocasiones, como la comentada, haciendo gala de la mejor educación y responsabilidad institucional dibujadas en sus gestos. Son gajes del oficio, pero el dominio del oficio afortunadamente le sobra.