España
Pertinente por Iñaki Ezkerra
El tema de la protección a los amenazados por ETA es muy delicado y no admite en su tratamiento ni la desdramatización irresponsable ni la dramatización teatral. Una y otra son dos caras de la misma frivolidad. Para empezar, la situación de los escoltados no es la misma en el País Vasco que en Madrid o en cualquier otra comunidad autónoma. En el País Vasco es tristemente necesaria esa protección y quien lleva escoltas es un apestado, un estigmatizado o, en el mejor caso, alguien digno de compasión.
En Madrid y otras partes de España, la amenaza está mucho más alejada por razones obvias. No es lo mismo vivir en el barrio bilbaíno de Santutxu, donde todo el mundo se conoce y los informadores de ETA se saben hasta el piso donde vives, que en Argüelles o en cualquier otra zona de una ciudad tan inmensa y arropadora del anonimato como es la capital de España. En Madrid llevar escoltas no es un estigma sino que puede ser un signo de prestigio social para que a un señor que no lo conoce nadie le salude el portero con reverencia y como si estuviera ante el mismísimo ministro de Interior. Fantasmones hay en todos los ámbitos de la vida y éste no iba a ser una excepción.
Por todo lo dicho, recortar escoltas en el País Vasco es una irresponsabilidad mientras ETA exista y no se tengan garantías reales de que no va a volver a matar. Detrás de los movimientos que ha hecho el Gobierno de Patxi López en este sentido está el interesado afán de vender un final de la banda terrorista que aún no se ha producido y el catastrófico «remedio» de quitarle las medicinas de cuajo al enfermo para convencerle de que ha recobrado la salud.
Por todo lo dicho también, hacer recortes en Madrid o en otros puntos de España puede ser no sólo una medida justificada sino obligada –al margen incluso del ahorro que suponga– cuando se trata de un servicio superfluo para que el fantasma de turno saque pechito en el club de golf. Habrá casos y casos a estudiar, pero esa iniciativa me parece en principio pertinente y sensata. Lo que es una tragedia para unos no puede ser para otros un obsceno lujo.
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