George W. Bush

El huracán que se hizo baza electoral por César Vidal

La Razón
La RazónLa Razón

El supuesto de fin de campaña que más temían los republicanos se ha convertido en realidad. Cuando los estrategas de los dos partidos habían decidido jugar las elecciones a la carta de la imagen presidencial, Obama ha recibido un regalo inesperado, el de poder aparecer ante los ojos de la nación como el presidente que sabe enfrentarse con una crisis de la envergadura del «Sandy». No cabe duda de que la oportunidad podría verse desaprovechada por el candidato demócrata, pero, a día de hoy, no parece que esté siendo el caso. En las últimas horas, Romney ha intentado contrarrestar ese efecto reuniendo comida enlatada –en Ohio, claro está– para enviarla a zonas damnificadas afirmando que ésa es la «manera americana» de actuar, pero lo cierto es que se trata de una muy magra respuesta ante unas circunstancias que favorecen al actual presidente. El miércoles, Obama lo dedicó a recorrer la costa devastada de Nueva Jersey a la vez que se reunía con los agentes de la FEMA (Federal Emergency Management Agency) en Washington y visitaba a las víctimas de «Sandy» en Atlantic City. Por añadidura, el presidente se ha hecho acompañar del gobernador republicano Chris Christie, que ha sido uno de los políticos que más le ha criticado y que más ha respaldado a Romney, pero que ahora no ha podido dejar de alabar encarecidamente la manera en que Obama se está enfrentando con «Sandy».

De esa manera –con el anuncio de que la campaña no se reanudaría hasta hoy– el actual presidente se ha visto en la posición de dar la imagen de un hombre de estado que antepone los problemas nacionales a sus intereses electoralistas. Es un lujo que Romney no se puede permitir porque los resultados en los Estados esenciales siguen muy ajustados y no tiene un solo minuto de campaña que desperdiciar. Así, mientras Obama puede representar el papel de político preocupado por el pueblo llano, Romney ha optado –con no poco riesgo– por dedicar el día a recorrer Tampa, Jacksonville y Miami en un intento último de rebañar votos en Florida.

En paralelo, Ryan, que tampoco se ha entregado a visitar a las víctimas, sigue batallando en Wisconsin, un Estado que, a pesar de ser propio, no está decidido a favor de los republicanos. Hoy, Obama oficialmente se reincorporará a la campaña, mientras que Romney se detendría en Virginia con paradas en Roanoke, Doswell y Virginia Beach. Mañana, los republicanos echarán toda la carne en el asador de Ohio.

Sin embargo, por el momento y mientras dure el efecto de «Sandy», todo parece indicar que las circunstancias favorecen a Obama. No se trata sólo de que las cámaras se encuentran centradas en él en todos y cada uno de los noticiarios emitiendo una imagen de Gobierno y preocupación por las víctimas. Además existe una cuestión de filosofía política que se desarrolla a su favor. Mientras que Romney se mantiene firme en la idea de que los Estados deberían gestionar casi todo, incluida la sanidad, la catástrofe está respaldando, siquiera de manera indirecta, el punto de vista demócrata favorable a un poder nacional fuerte. Es ese poder federal –central diríamos en España– el que permite ahora enfrentarse a «Sandy», que afecta a varios estados y contra el que los Estados por separado –ahí se encuentra la explicación de las lisonjas prodigadas por Chris Christie– poco o nada podrían hacer. Es ese poder igualmente el que está poniendo en marcha una respuesta frente a la catástrofe que, de momento, se está revelando, práctica y políticamente, muy superior a la que ofreció George W. Bush frente al huracán «Katrina».