Eurocopa 2016

De fiesta en fiesta

La Razón
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La crónica de sociedad empieza a estar a reventar de escarceos de prestigiosos balompedistas. Ahí están los sólidos y asentados noviazgos de Iker Casillas con su más que archifamosa reportera Sara Carbonero o de Gerard Piqué, con su musa-loba waka-waka, más conocida como Shakira... También tenemos el romance del descomprometido Forlán, que, tras plantar a su novia al pie del altar, no ha tardado ni medio telediario en encontrar modeluqui nueva y monísima, para achuchón de media foto o foto y media…
¿Y qué me dicen de lo de ese rubio de pelo lacio e inexistentes ganas de crecer, que se llama Guti, y que tiene en vilo a la Turquía en donde juega, por su supuesto idilio con la también rubia y atacada como él por el síndrome de Peter Pan, que es Paula Vázquez?
Una no sabe ya si es que los futbolistas son, cada vez más, personajes de referencia social, o si es que los que lo eran antes, al desaparecer aterrados ante las prácticas programáticas de algunas cadenas, han dejado su hueco a los jugadores famosos.
En todo caso, lo cierto es que los niños ya no quieren ser cantantes ni actores, y por suerte hace mucho que dejaron de querer ser Mario Conde. Sin embargo, lo que siguen deseando ser, y más que nunca, es futbolistas. Y no precisamente por que les guste el fútbol o por el asunto de los dineros que ganan, sino porque, según se refleja en el papel couché, no hay futbolista que no se pasee de fiesta en fiesta con alguna belleza colgada del brazo y pasándoselo mejor que nadie.