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Gadafi llama a los libios contra «la cruzada colonialista»

Fuentes de la alianza dicen que el sistema de defensa antiaérea del dictador ha sido «gravemente inutilizado»

Aisha Gadafi, la hija del dictador, hace de escudo humano en Trípoli
Aisha Gadafi, la hija del dictador, hace de escudo humano en Trípolilarazon

EL CAIRO- La esperanza y el miedo se mezclaban anoche en las ciudades libias después de que empezara la intervención internacional diseñada para detener las atrocidades cometidas por el Coronel Muamar Gadafi contra su propio pueblo. Éste había cumplido sus promesas y atacado Bengasi ayer de madrugada, cuando los rebeldes y ciudadanos todavía esperaban la llegada de las fuerzas extranjeras, que se hizo esperar dos días. Aviones franceses empezaron a patrullar el cielo de Bengasi ayer por la tarde y, en el primer ataque de esta operación internacional en suelo libio, destruyeron varios tanques del Ejército de Gadafi a las afueras de la ciudad. Un oficial norteamericano dijo que el sistema de defensa antiaérea del régimen del líder libio fue «gravemente inutilizado» por un bombardeo liderado por EE UU.

Los milicianos se enfrentaron a las fuerzas del coronel en las calles de algunos barrios de Bengasi, donde aparecieron células durmientes de sus seguidores, que habían permanecido ocultas hasta ahora. Los rebeldes intentaron además poner en marcha uno de los poquísimos y viejísimos aviones con los que cuentan, pero poco pudieron hacer con sus armas contra la artillería pesada de Gadafi, que está empleando misiles tierra-tierra Grad contra viviendas y coches, incluso contra las personas, cuando están diseñados para ser usados contra vehículos y aviones militares.

Sus fuerzas bombardearon con fuego de mortero durante horas algunos barrios densamente poblados de la capital rebelde, que se calcula que tiene entre 700.000 y un millón de habitantes, muchos de los cuales emprendieron ayer la huida hacia zonas más seguras, después de que ayer fallecieran unas 30 personas, según la cadena de TV Al Yazira, y decenas resultaran heridas, incluidos niños. Los combates habían cesado en Bengasi ayer por la tarde y la presencia de los cazabombarderos extranjeros ofrecía a sus habitantes una cierta sensación de alivio y protección, pero éstos se mantenían en alerta ante un posible contraataque de las fuerzas del dictador, que podría llegar de nuevo de madrugada.

Por su parte, Libia pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que Gadafi condenó la intervención, que calificó de «cruzada colonialista» y aseguró que, a partir de este momento, el Mediterráneo se ha convertido en un campo de batalla. El dictador sigue desafiando y amenazando a la comunidad internacional, y llamaba al pueblo libio a empuñar las armas. Su régimen mantuvo ayer su intensa ofensiva propagandística y en la enésima rueda de prensa de la jornada, uno de sus portavoces, Mohamed al Zawy, se sorprendía de la intervención internacional después de que el Gobierno libio hubiera declarado supuestamente un alto el fuego el viernes, que el Ejecutivo de Gadafi defiende en todo momento que está siendo respetado. Pero su Ejército, además de lanzar el ataque contra Bengasi, proseguía ayer con las operaciones de castigo contra los últimos bastiones rebeldes en el oeste del país, sobre todo Misrata, que lleva días resistiendo un brutal asedio de las tropas gubernamentales.

Por ello, la tercera ciudad del país fue también objetivo de los ataques selectivos de los aviones estadounidenses, que anoche comenzaron sus operaciones también sobre la ciudad natal de Gadafi, Sirte, y la capital Trípoli, feudo del dictador y donde éste se preparaba para sobrevivir a un nuevo ataque. Su cuartel general ya fue bombardeado por EE UU en 1986, y ayer Gadafi se disponía a recibir un nuevo asalto contra Bab al Aziza, en las afueras de la capital, reforzando la seguridad y rodeándose de sus seguidores, los cuales le servirían de escudos humanos: el coronel abrió las puertas de su fortificada y secretísima residencia, y permitió una manifestación a la que asistieron mujeres y niños.

Esta misma estrategia está detrás del asalto a Bengasi: Gadafi sabe que si sus tropas se encuentran en un centro habitado, los aviones extranjeros no podrán golpearlas por miedo a causar víctimas civiles. Al Zawi, que anoche ofreció la primera reacción oficial a la intervención occidental, aseguraba que los bombardeos de las fuerzas internacionales, que comenzaron a última hora de la tarde, estaban provocando daños en edificios y causando víctimas civiles que «ya llenan los hospitales». Más allá de las mentiras e incoherencias a las que el régimen de Gadafi ha acostumbrado al mundo en los últimos días, todas las partes son conscientes de que una intervención militar conlleva riesgos y los denominados daños colaterales.

Incluso los propios rebeldes reconocían hace unos días esta realidad, a la vez que suplicaban a las potencias que intervinieran lo antes posible con todos los medios. Mustafa Gheriani, portavoz del Gobierno revolucionario de Bengasi, declaraba a LA RAZÓN en los primeros días, cuando se estaba estudiando el establecimiento de una zona de exclusión aérea, que su gabinete prefería correr con los riesgos de los «daños colaterales» en una operación breve e intensa de las fuerzas internacionales, antes de que la población fuera sometida a las atrocidades de las fuerzas de Gadafi en una larga guerra o, lo que sería aún peor, a una brutal represión si el dictador se mantenía en el poder.


Muere la voz del levantamiento
Gadafi mató ayer a la voz de la Libia libre: Mohammed Nabbus había conseguido transmitir al mundo las atrocidades cometidas por los mercenarios y tropas del Coronel, encargados de aplastar el comienzo de la revolución en Bengasi. Desde una televisión por internet, Mohamed dio voz y ojos al levantamiento popular, y luego al sueño de una Libia libre, tal y como se llamaba su rudimentaria emisora. Ayer, cuando la violencia volvió a la capital rebelde, se apresuró a filmar los ataques con misiles contra la población civil, contra una casa donde vivían dos niños, como el hijo que Mohamed esperaba y que nunca conocerá.