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Mudanza política por Pilar Ferrer

Fin de semana clave, cambio de vida para muchos, nuevos escenarios de trabajo. Una vez Mariano Rajoy sea investido presidente del Gobierno, él mismo entrará en La Moncloa, que bien conoce por su anterior experiencia de vicepresidente y ministro. Ahora, también su familia le seguirá. Es curioso que todos sus antecesores mostraban reticencias hacia el palacete presidencial. Pero la seguridad manda. Rajoy, disciplinado, hará lo que se tenga que hacer, según sus propias palabras. E intentará, como muy bien lo hizo el matrimonio Aznar, dar un calor de hogar al centro de poder político.
Nombres que andan bailando varios días como ministrables, y quizás otros sorpresivos, cambiarán de despachos. Algunos, en el Congreso, ya lo han hecho, como Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Pastor, que se ubicaron en Génova trece. Ambas pueden en unos días saltar a otras sedes importantes. Es la tónica de siempre: una contenida espera hasta la llamada del jefe. Si Aznar era críptico, Mariano le supera. Hete ahí el caso del nuevo portavoz, Alfonso Alonso, que se enteró de su nuevo cargo al bajar del avión que le traía del País Vasco. O el propio Jesús Posada, mientras saboreaba su inseparable puro en un paseo madrileño.
Rajoy dedica estas últimas horas a su discurso de investidura, que tiene ya muy trabajado. La nueva estructura del gobierno y las medidas económicas de choque, son ejes centrales. Pese a su mayoría absoluta, hará un guiño al diálogo, sabedor de que la nueva Cámara está muy fragmentada. Después, se producirá la gran mudanza política. Rajoy es un hombre de costumbres. Mantendrá su tradicional desayuno, una buena cuajada con cereales. Pero ya, en otro marco bien distinto.
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