Badalona

Los clanes de Son Gotleu se rearman

El enfrentamiento entre nigerianos y gitanos del barrio de Son Gotleu, en Palma de Mallorca, se va complicando por momentos. La Policía teme la llegada de decenas de familias gitanas, a modo de «refuerzos». La extraña muerte del subsahariano Efosa Okosun, de 28 años, al caer de un balcón el pasado domingo, generó una pelea brutal entre los dos colectivos, que se saldó con más de 50 coches quemados, mobiliario urbano destrozado y varios heridos

Joaquín Fernández, a la derecha de la foto, es el líder de la población gitana de Son Gotleu. Ha declarado su «confianza absoluta» en las autoridades. También dijo: «Si queréis matar a algún gitano, empezad por mí».
Joaquín Fernández, a la derecha de la foto, es el líder de la población gitana de Son Gotleu. Ha declarado su «confianza absoluta» en las autoridades. También dijo: «Si queréis matar a algún gitano, empezad por mí».larazon

A pesar de que el Ayuntamiento de Palma y la Delegación del Gobierno insisten en que el problema fue puntual, la muerte «accidental» y la situación está «controlada», la muerte de Okosum ha abierto la caja de los truenos de un tema molesto y peliagudo: los problemas de convivencia con la inmigración y la permisividad del tráfico de drogas en el país.

Okosun tenía antecedentes por asuntos de narcotráfico. Algunos gitanos del barrio, «los históricos», como los llaman los vecinos, pasaron tiempo en la cárcel por el mismo motivo. Ambos colectivos, apunta la investigación, luchan por el monopolio del suculento negocio de la droga en la isla. Antes, podría decirse, los gitanos se encargaban de partir el bacalao. Pero con la llegada ingente de subsaharianos, en la última década, el bacalao debe compartirse. Y restar ganancias no gusta a nadie. La impoluta imagen turística de Palma podría quedar seriamente dañada. En los últimos días, la Prensa local dividía sus portadas entre la «batalla campal» de Son Gotleu y la última fiesta nocturna de Paris Hilton.

Los más de quince furgones que rondaban por el barrio en días pasados eran garantía evidente de que el incendio racial estababajo control. Pero, ¿qué pasará cuando los agentes abandonen la zona? ¿A qué se supone que vienen los «refuerzos» gitanos? ¿De qué/quién huía la víctima cuando cayó por el balcón?

El Ayuntamiento de Palma manifestó el viernes, tras varias reuniones con representantes nigerianos, gitanos y vecinales, su compromiso de «intensificar» el control de la zona. «El alcalde se comprometió a enviar una pareja de policías locales que recorran las calles diariamente y también a inspeccionar los negocios que incumplan las ordenanzas municipales», explicó ayer a LA RAZÓN Ginés Quiñonero, presidente de la Asociación de Vecinos Orson Welles de San Gotleu. Sobre los «problemas con la inmigración», el Gobierno local, de acuerdo con Quiñonero, aseguró que el Ayuntamiento pedirá la documentación, identificación y permisos de trabajo a los extranjeros, controlará las viviendas y evitará el hacinamiento. El representante vecinal, que cuenta con gran apoyo en la barriada, solicitó al alcalde que siguiera el ejemplo del alcalde de Badalona, también del PP, pionero en el desmantelamiento de «pisos patera». Visto lo visto, en otros puntos del país comienzan a interesarse por el vecindario mallorquín. El partido político de extrema derecha, Democracia Nacional, se puso en contacto con los representantes vecinales de Son Gotleu para ofrecer su apoyo y solidaridad.

La chispa ha prendido por varios factores. El desmantelamiento de una barriada cercana, Son Banya, por problemas de droga ha influido en gran medida. «Los metieron a todos aquí, todo lo peor, para alejarlos de las miradas», protestó una vecina.
Todos saben, aunque alguno no lo reconozca, que el trasfondo del problema sigue vivo. Muy vivo. La regidora de Distrito de Levante, Antònia Fornari, tras la reunión del viernes y en compañía del alcalde de Palma, Mateo Isern (PP), subrayó la necesidad de «trabajar de un modo coordinado» ya que el problema «es muy grave y no va a resolverse en dos meses». La semana pasada, de hecho, la Policía detenía a un nigeriano con casi un kilo de hachís en el estómago. El detenido se había tragado unos cuarenta dátiles.

Las reuniones en la comisaría local de la zona no dan los frutos esperados. Los representantes de gitanos y nigerianos se dieron la mano y se comprometieron a entenderse. Pero lo que muchos califican de «escenificación de paz» es, para los afectados, «un mero trámite para apartar la atención mediática sobre el asunto». Algo así como una tregua de cara a la galería.
Entre los más de 100 subsaharianos que se dieron cita en la comisaría el pasado miércoles, apenas había tres o cuatro personas de etnia gitana. Y todos miraban desde lejos . Su representante, Joaquín Fernández, habló por todos. Aunque sus supuestas intenciones de solucionar el conflicto, encendieron aún más a los nigerianos. «Si queréis matar a algún gitano, empezad por mí», llegó a proclamar el portavoz gitano. Robert Uwagboe, voz de los nigerianos, hizo un llamamiento a la calma. «Tenemos que creer en la justicia. Hay que esperar a tener culpables. Pacienca por favor», arengó en inglés. Algunos aplaudían y gritaban «yes» como si escucharan al pastor en una celebración góspel. Otros, sin embargo, negaban con la cabeza. No parecen confiar demasiado. En Son Gotleu viven unos 3.000 habitantes de origen africano, lo que supone uno de cada tres vecinos.

En la zona también residen árabes (hubo problemas por la construcción de una mezquita), subsaharianos de otros países, sobre todo Marruecos y Senegal, algunos latinos, pocos orientales y una minoría española. Por las calles de la barriada pueden leerse carteles de carnicería Halal, y los ultramarinos son regentados por chinos. Los árabes se ubican tras los mostradores de los «ciber». Uno de ellos, en el edificio de la calle Tomás Rullán, donde cayó la víctima, recuerda lo sucedido: «Le vi en el suelo, boca abajo. No tenía zapatos, sangraba mucho por la cabeza. No vi gitanos. No sabremos qué ha pasado»

 


la hermana de la víctima exige justicia
La hermana de la víctima, Gloria Okosun, de 32 años, aseguró a LA RAZÓN que las cosas no quedarían así. El pasado miércoles se encontraba a las afueras de la comisaría de Son Gotleu, en la que se reunían los portavoces gitanos y nigerianos con los responsables del Ayuntamiento. Lloraba y clamaba justicia. No daba crédito a las primeras conclusiones policiales, que apuntaban a un «accidente» como causa de la muerte de su hermano. «En mi cultura no hay suicidios, y ¿cómo iba a saltar de un balcón a otro? No tiene sentido. Los gitanos le persiguieron hasta que saltó por ahí», explicó entre gritos de aliento de sus compatriotas. «Él era bueno, pero los gitanos, no», añadió antes de abrazarse a un amigo nigeriano.