Sevilla

El Hermitage se deshiela en El Prado

Velázquez y Picasso, Rembrandt y Kandinsky. El museo ruso llega a Madrid con una valiosa selección de sus fondos.

Rembrandt está bien representado en el Hermitage. Se ha traído el magnético «Hamán reconoce su suerte»
Rembrandt está bien representado en el Hermitage. Se ha traído el magnético «Hamán reconoce su suerte»larazon

El Hermitage no es un museo. Es una síntesis de la historia del arte que abarca el pasado arqueológico y las abstracciones y descomposiciones de la modernidad. Una galería de estilos, tendencias y proyecciones artísticas que comienza en el siglo V. a. de C. con un conjunto de bellas y delicadas piezas de orfebrería (procedentes del legado de Pedro I), continúa por esas extensiones que son las porcelanas y la escultura y la pintura de diferentes siglos y periodos, y alcanza esa orilla septentrional que es la contemporaneidad del siglo XX con un cuadro de pequeñas dimensiones físicas, pero de gran repercusión intelectual y que jamás falta en las páginas de ningún manual dedicado a las grandes vanguardias: «Cuadro negro» (1932), de Malevich.

Tesoros de una colección
La pinacoteca rusa, que también es un completo museo arqueológico –con grandes hitos, como demuestra el tesoro de los escitas–, surgió de esa pulsión coleccionista de emperatrices y zares que es la génesis de tantos museos de hoy. Cuando Catalina la Grande compró 225 cuadros a Johann Gotzkowski para decorar ese Palacio de Invierno que había convertido en residencia permanente –y que los visitantes de San Pertersburgo pueden contemplar como un espléndido y enorme barco varado a orillas del río Neva–, difícilmente preveía que, en el futuro, ese conjunto de piezas sería el germen de una de las grandes coordenadas del arte mundial.

La iniciativa adquirió una dimensión mayor con Alejandro I de Rusia, al adquirir otro conjunto de obras que se sumarían al legado de compras que dejó el siglo XIX. Ahora, una selección de toda esa herencia llega al Museo del Prado. Un conjunto de 180 obras que abordan la pintura, el dibujo, la arqueología y las artes decorativas. O, lo que es lo mismo, Durero, Velázquez, Rubens, Caravaggio, Ingres, Canovas, Cézanne, Picasso, Gauguin o el delicado talento artístico que el pueblo escita mostró en una serie de broches o peines de oro de enorme belleza y valor.

La muestra está enmarcada en el Año Dual España-Rusia, y cuenta con el respaldo de la sociedad estatal Acción Cultural Española y la Fundación BBVA. Es una iniciativa que enseña por primera vez en Madrid las grandes joyas del Hermitage. El planteamiento es situar en el Prado un pequeño Hermitage. El museo, pero en pequeña escala y a través de los grandes hitos que se exhiben en sus paredes. Algunas de esas obras, de hecho, pueden establecer un diálogo directo con pinturas que penden de las paredes del edificio de Villanueva, como «El almuerzo», de Diego Velázquez, una obra temprana, de su primera etapa sevillana, que completa los lienzos que se exhiben en el Prado de este gran maestro.

Huellas del pasado
Y es que las dos intituciones comparten puntos comunes y paralelismos interesantes. Ambos museos provienen del coleccionismo regio y, también, los dos saben qué significa proteger sus contenidos de las circunstancias que traen los tiempos y las épocas. Los cuadros del Hermitage, como los del Prado, llevan en el fondo de sus pinturas las miradas de otras centurias, de otras personas, y las huellas que ha dejado la historia. La Revolución Rusa, la Segunda Guerra Mundial, en el ejemplo ruso; y la Guerra Civil española, en el caso de la pinacoteca madrileña.

Esta vez, las piezas prestadas se mantendrán en una sola unidad. No se mezclarán los cuadros que se han traído con los de la colección del Prado. Comisariada por Mikhail Piotrovsky, director del Hermitage, el discurso plantea un recorrido cronológico por las diferentes colecciones del museo ruso. Comienza con una galería de retratos de los zares fundadores del Hermitage: Pedro I, Catalina II y Nicolás I, que fueron los que le proporcionaron parte de sus grandes fondos. Y desde ahí va creciendo en intensidad y potencia. Es difícil sustraer la mirada a los grandes clásicos de la pintura, representados, entre otros, por el «San Sebastián», de Tiziano –también estará el de Jose de Ribera–, «El tañedor de laúd», de Caravaggio, que es uno de esos retratos de juventud que tan magistralmente ejecutaba el artista; «San Pedro y San Pablo», de El Greco; «Paisaje con un carro de piedras», de Rubens, y dos impresionantes telas de Rembrandt, «Retrato de un estudioso» y «Hamán reconoce su suerte», que proviene de esa exquisita y formidable colección de óleos de este pintor que el Hermitage exhibe en una de sus estancias. Pero no son los únicos nombres que los visitantes del Prado podrán ver a partir del próximo 8 de noviembre. También están presentes, Annibale Carraci, Lorenzo Lotto, Anton Van Dyck, Frans Hals y Claudio Lorena, entre otros. Por supuesto, en la escultura se podrá disfrutar de una delicada talla de Antonio Canova. Una «Magdalena penitente» que es un atrevimiento. Una talla que se mueve entre el erotismo y la sacralidad.

Pero, quizá, lo que más atraerá la mirada de muchos es el ámbito reservado al siglo XX. Un verdadero remate que no disgustará para nada a los que sólo acudan atraídos por las firmas de la pintura clásica. El Hermitage tiene unos fondos modernos, del XIX y XX, que asombrarán a muchos. Caspar David Friedrich, Ingres, Claude Monet, Paul Gauguin («El mes de María»), Renoir («Niño con una fusta»), Paul Cézanne («Paisaje azul») y Rousseau («Ataque de un tigre a un toro. En la selva tropical»), entre otros. Pero las estrellas de esta parte es Picasso con «La bebedora de absenta», «Mujer sentada» o «Niño con un perro»; Matisse con «Conversación», «Juego de bolas» y «Henriette III», además de Morandi, Van Dongen, Kandinsky, Léger o el impresionante Malevich.


Cuatro manos al detalle
- Es una de las pinturas más atractivas que se pueden contemplar en esta exposición. «La bebedora de absenta», de Pablo Picasso, es una leyenda y una delicada pieza que ahora se podrá ver en Madrid.

- Caravaggio es un mito. su pintura y también la historia del maestro. En esta ocasión se podrá disfrutar de «El tañedor de láud», en el que hace una exaltación de depurada técnica. Es el cartel de la muestra.

- «El almuerzo» es una obra muy importante para el público español. Es difícil que el Prado reciba un Velázquez de tanta importancia. Se trata una tela de juventud del maestro. La ejecutó en Sevilla y es una referencia de su talento en esa edad temprana.

- Rembrandt está bien representado en el Hermitage. Se ha traído el magnético «Hamán reconoce su suerte», que da muestra del talento que poseía el pintor.

- Cuándo: A partir del 8 de noviembre.- Dónde: Museo del Prado de Madrid- Cúanto: 10 euros. www.museodel prado.es