Cargando...
Copa del Rey

Cataluña

A vueltas con los símbolos

La Razón La Razón

Se cumplió la profecía, o sea ganaron las apuestas de aquéllos que dijeron que el Rey sería abucheado en Mestalla, entre las aficiones futboleras de vascos y catalanes. Estaba escrito que así fuera. ¿Un problema? ¿O ningún problema? Depende de cómo se mire. Con ésta y más severa resistencia cívica los catalanes han vivido desde hace siglo y medio, y aquí seguimos todos. Es más, ahora sin Semana Trágica, sólo con un conflicto reducido a un campo de fútbol, a una visita real o a un mitin político. Pero, como depende de cómo se mire, también habrá quien diga que semejantes atropellos no son imaginables en ningún país del mundo. Sólo aquí es imaginable que a la entrada del estadio se vendan pitos para silbar al Jefe del Estado y al Himno nacional, como sólo aquí sucede que no ondee una sola bandera de España entre el graderío del estadio. Un país se mide por el respeto que exhibe a los símbolos que tiene para unir: su Jefe del Estado, su himno y su bandera. La pregunta es: ¿por qué quien pita al Rey acude a ver una competición que se llama «Copa del Rey»? No es razonable, como tampoco lo era cuando Batasuna no reconocía al Estado español pero se financiaba con su Ley de Partidos o cuando acudía a los Tribunales para defender sus supuestos derechos. Tanto monta que hablemos de política, como de fútbol...En la tarea de rebajar la tensión las instituciones tienen mucho que decir. Las políticas y las deportivas. Son muchos lo que, cuando oyen a Laporta opinar que «los dos equipos son muy importantes en sus respectivos países», interpretan en estas palabras una carga política destinada a jalear a los más exaltados. Como son muchos los que no leen normalidad en el hecho de que gobiernos socialistas, en Cataluña y el País Vasco, exhiban la bandera de España sólo por imperativo legal. Hay una laguna de entendimiento, un vacío de convivencia, cuando el lehendakari reconoce que no tiene la bandera de España en su despacho porque no es muy partidario. Exhibir los símbolos del Estado con naturalidad, no porque lo mande la ley, sería la mejor terapia para modular una cultura de resistencia. Los gobiernos socialistas en las comunidades históricas pueden contribuir a ello, pero será necesario mucha voluntad, y sobre todo mucha inteligencia.