Historia

Industria de Moda

Antonio Miró no quiere saber nada de la pasarela barcelonesa

La Razón
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Le noté molesto y distante, pero no cabreado, tampoco resignado. Fue durante la presentación de sus relojes en el hotel Hospes de la plaza de la Independencia, ya santo y seña de la modernidad. Es lo último en impacto de Madrid, una ciudad siempre ávida de novedades. Hubo público variopinto, un concierto de chelo como bienvenida y un quinteto de música zíngara bajo los aparentes disparates decorativos de Philippe Starck, quien dio sus primeros pasos en la Barcelona donde viví veinte años. La proximidad del restaurante Ramsés convierte esa zona, generalmente decaída al anochecer, en un jolgorio similar al del hotel Óscar, de Carlos y Quique Sarasola, que ahora anima la plaza Vázquez de Mella. Siguen unidos y tutelados por la multimillonaria María Reig, que parece haber aparcado su proyecto de montar en Madrid una tienda de Óscar de la Renta, acaso incómoda porque Jaime de Marichalar no iba a hacer ninguna aportación económica, algo ya probado en lo de Manolo Blahnik.

 

«Todo lo lleva la Generalitat»

Antonio Miró es hoy en día un pope que no pontifica. Sabe dónde está y cómo le funcionan las quince marcas que tiene en franquicia, así que evita oficializar su trabajo, aunque diseñara los trajes del coro para Barcelona 92, unos modelos femeninos que no quedaron muy allá porque lo suyo es el hombre. Como me sorprendió no verle entre los diez participantes de 080 Barcelona Fashion, la nueva pasarela de la ciudad, pregunté las causas de su deserción a Gabriel González Mari, su mano derecha:

-Empieza el 5 en una carpa montada sobre el parque de la Ciudadela –estupendo escenario, hasta ahora apenas utilizado como no fuese en las zarzuelas de José Tamayo– y nosotros también lo hacemos ese día, pero de manera privada. No queremos saber nada del nuevo proyecto, todo lo lleva la Generalitat.

Se trata de una cita de seis diseñadores catalanes, previa selección hecha por personas apenas conocidas en la moda barcelonesa salvo Sandra Domínguez, jefa de ventas de la histórica Santa Eulalia, o la diseñadora Bernadette Wittman, de la feria Bread & Butter. Ellos escogieron la operación cambio seleccionando entre veinticinco aspirantes a Eduard Ballester, Teresa Helbig, Martin Lamothe, Txell Miras, Zazo y Brull, Serguei Povaguin y Juan Vidal, entre otros. Me dicen que Barcelona Fashion, impulsada por la Generalitat y el Ayuntamiento, «aspira a convertirse en una plataforma de diseñadores independientes que trabajan desde un punto de vista experimental e innovador». Cuesta entender la iniciativa cuando Gaudí estaba acreditado universalmente y ahora mantiene un sucedáneo con Gaudí Novias y Novia España, donde con Jesús del Pozo y Victorio & Lucchino –¿qué le pasa al pequeño del dúo, que está tan hinchado?– desfilan otros como Karl Lagerfeld y Valentino. Eso es moda y no los demás cuentos oficiales.