Ciclismo
Contador es leyenda
El himno le sonaba raro a Alberto Contador en el podio. Tan raro que no era el español, sino el danés. El campeón, respetuoso, con la cabeza descubierta y la gorra en el pecho, no sabía adónde mirar, si reírse o llorar. Era el final apropiado para una carrera tan accidentada como la que ha vivido el español. Por la tarde se dejaba la piel en la carretera para ganar y por la noche casi tenía que pedir perdón en el hotel del equipo por hacerlo. La recompensa, como todo en este Tour menos la victoria, le llegó tarde y a destiempo. Y el himno español sonó cuando todo el equipo Astana subió a recoger el premio a la mejor escuadra. Todos, incluido Armstrong, tuvieron que escucharlo, aunque sólo Alberto y Haimar Zubeldia, el otro español del equipo, se quitaron la gorra.A Contador le faltó el abrazo de sus compañeros, que ni siquiera le arroparon cuando cruzó la meta. Levantó los brazos al pasar la última línea sin que se vieran a su lado maillots del Astana. Ya habían cumplido brindando con champán durante la etapa. Armstrong no podía disimular la «alegría». Como cuando felicitó al campeón en el podio.A partir de ahora, Alberto podrá disfrutar de un triunfo que prácticamente sólo le ha supuesto sufrimiento. Ni siquiera esperaba gran cosa de la cena de ayer. «Demasiado seria para mi gusto», decía. Y no es extraño, porque era casi el único que tenía algo que celebrar. La fiesta la disfrutará hoy en Pinto.«Ahora ya sí que podemos decir que hemos ganado. Ya se ha pasado la última línea y no me lo puede quitar nadie. Ha dado resultado por todo lo que he luchado. Me he sacrificado muchísimo y cuanto más difícil se hacía, más me motivaba. Tengo que disfrutar porque este Tour tiene un doble valor», explicaba el campeón después de recibir el último maillot amarillo. «Ha sido más complicado de lo que se ha visto en la tele. A veces habrá parecido demasiado sencillo, pero lo único que me importa es que he conseguido ganar», añadió.Tenía prisa Contador por que acabara la pesadilla. Por eso su victoria ha sido la sexta más rápida de la historia, con un promedio de algo más de 40 kilómetros por hora. Y tuvo que darse prisa desde el primer día, desde la primera contrarreloj en Montecarlo. «La primera etapa decidirá el líder del equipo», le advirtió Armstrong. Y tantas ganas le puso Contador que sólo se vio superado por Cancellara, el mejor del mundo en la especialidad, el campeón olímpico y mundial.Había dado el primer golpe, pero le quedaban muchos por dar. En la tercera etapa, al primer asomo de viento, Armstrong aprovechó un abanico para robarle 41 segundos. El estadounidense estaba empeñado en dar lecciones desde la bici y en las conferencias de prensa. «No hay que ser un genio para saber que cuando hay viento hay que rodar delante», dijo. Toda la autoridad que mostraba sobre sus rivales en la carretera se quedaba en nada cuando llegaba al hotel para convivir con su equipo.Sólo se encontró seguro con sus compañeros el día de la contrarreloj por equipos. Astana, por primera y única vez, se comportó como un verdadero equipo. Y destrozó a sus rivales.Contador esperaba la llegada de la montaña. Y cuando llegó, tuvo que contenerse para no atacar antes de tiempo. Lo hizo en las últimas rampas de la ascensión a Ordino-Arcalís, una de las tres etapas que finalizaban en alto. Recuperó el tiempo perdido con Armstrong, pero volvió a ganarse el reproche de su compañero. «El ataque de Contador no estaba previsto, pero no me ha sorprendido», dijo. Alberto ya estaba atado hasta que comenzara la montaña de verdad. Lo hizo en Verbier. Otro final en alto. Y la primera victoria para Contador. Quedaba sólo la última semana. El momento esperado para disfrutar y para superar todos sus pequeños traumas. Como el de ver a Cancellara siempre por delante en las contrarrelojes. Le superó por tres segundos en la última, en su segunda victoria de etapa. Y se desataron las comparaciones con Indurain que él prefiere evitar. «Es un orgullo que me comparen con él. Consiguió muchas victorias, pero era muy diferente a mí, un corredor que marcaba diferencias abismales en las cronos», decía para defenderse de los halagos. La contrarreloj la ganó con la autoridad que mostraba Indurain, pero el navarro no subía con la misma facilidad que él. Durante todo el Tour ha dado la impresión de estar contenido para no hacer daño a su equipo. Pero sobre todo, para que su equipo no le hiciera daño.
El mal trago de ArmstrongAlberto Contador, el campeón, esperaba en lo más alto del podio la llegada de sus compañeros. Andy Schleck, educado y admirador del español, lo saludó con corrección. Lo normal. A Lance Armstrong le faltó salir corriendo. Le dio la mano sin mirarle a la cara y se fue rápido a saludar al segundo. La presencia del luxemburgués era, sin duda menos molesta para el yanqui en su primera visita al podio en un escalón distinto al primero. Después de siete victorias, ayer tuvo que conformarse con ser tercero.
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