Buenos Aires
Disolventes para borrar la historia
NARRATIVANathan Englander«ministerio de casos especiales» editorial mondadori384 páginas. 22,90 eurosValoración: 3/4
Neoyorquino, nacido en 1970, Nathan Englander debutó en la narrativa en 1999 con «Para el alivio de insoportables impulsos», un libro en el que la tradición judía le servía de base para desplegar diez cuentos ambientados en la cotidiana vida de la ciudad y que, gracias al apoyo de Ann Beattie, que en la contracubierta lo comparó con Thom Jones y Richard Ford y otros maestros del relato breve, se convirtió de inmediato en una de las revelaciones literarias americanas «fin de siècle». Englander, por entonces, tenía veintinueve años, pero el semanario «The New Yorker» no dudó en incluirlo en su lista de de los veinte escritores fundamentales para el siglo XXI junto a autores como Jonathan Franzen o el recientemente fallecido David Foster Wallace, no sólo por su exquisita y novedosa técnica para construir historias con un fuerte componente religioso, sino también porque se enfrentaba a su propio acervo con una irreverencia y un desenfado que le unía a Isaac Bashevis Singer, Philip Roth o Bernard Malamud, un linaje de especialistas en el tratamiento sarcástico de la herencia simbólica judía. Diez años después, con «Ministerio de Casos Especiales», su primera novela, Nathan Englander vuelve a inmiscuirse en la tradición de sus ancestros y recala en el Buenos Aires de 1976. La dictadura militar está a punto de sembrar el horror en la Argentina y la larga noche de secuestros llegará hasta la casa que la familia Poznan alquila en el Once, el barrio característico de la comunidad judía porteña. Liliana es empleada en una compañía de seguros. Kadish cobra por borrar de las tumbas los nombres de hombres y mujeres que pertenecieron a la Zwi Migdal, la banda de rufianes y traficantes de prostitutas polacas de los años treinta. Hijo de una de esas mujeres, Kadish hace el trabajo con Pato, su hijo, estudiante universitario e idealista que recrimina la labor sombría de su padre y que, ya con los militares en el poder, será uno de los 30.000 desaparecidos. La pretensión de Englander, así, es captar lo grotesco de una trama con recursos obvios y kafkianos. No obstante, pese a su intento de plantear un interrogante sobre la búsqueda de la identidad, lo que prevalece es una incapacidad pa- ra transmitir el terror que asoló la Argentina de esos años: un chiste muy malo sobre un tema muy delicado. Histórica red judía de prostitución No es la primera vez que la Zwi Migdal, la red judía de prostitución de polacas, es tratada en una novela. Lo hizo recientemente Edgardo Cozarinsky en «El rufián moldavo» (Seix Barral). En este caso, el acuchillamiento en París de un hombre que dirige una red de prostitución de adolescentes procedentes de los países del Este, permite retroceder al autor hasta el Buenos Aires de los años 30.
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