España

El beato laico

La Razón
La RazónLa Razón

La beatificación laica del doctor Montes, promovida por socialistas y comunistas, es tan ridícula que podría tener cabida en el humor si no fuera por el respeto que merecen los familiares de los perjudicados por su «praxis», que según el informe de los expertos del Colegio de Médicos, fue una «mala praxis», es decir, una errada práctica de la Medicina. Para mí, que al doctor Montes le ha tocado la lotería con este lío, y que disfruta como nadie en su papel de héroe o víctima de no se sabe qué, porque la sentencia que le absuelve de un posible delito, no reivindica la «buena praxis» de don Luis Montes. El Colegio de Médicos se ha ratificado en su informe y los jueces
–dos de ellos declarados defensores de la eutanasia–, precisan en su fallo que al no existir autopsias de los pacientes fallecidos no pueden determinar si las actuaciones del Servicio de Urgencias al mando del doctor Montes fueron correctas o incorrectas.

Y mientras al doctor Montes se le sube la egolatría por las barbas con los aplausos de socialistas y comunistas, los familiares de los pacientes fuman en pipa y anuncian nuevas acciones judiciales. Para estropear aún más el ambiente, unos parlamentarios de la llamada Izquierda que no se habían leído la sentencia o no la supieron entender, se presentaron con doce botellas de champán en el Severo Ochoa y brindaron con el doctor Montes, lo que ha llevado a la presidenta de la Asociación de Víctimas de Negligencias Sanitarias, doña María Antonia del Moral –que comparó las prácticas de Montes y su equipo con las de los nazis–, a solicitar que se le abra un expediente a don Luis por «hacer botellón» a la puerta del hospital. En fin, que nada me complacería más que saber que el doctor Montes no se equivocó ni precipitó sin autorización el fallecimientos de algunos pacientes encomendados al Servicio de Urgencias, pero de ahí a considerarlo un héroe o una víctima de la perversidad de la Presidenta Aguirre o el entonces Consejero de Sanidad Lamela, hay la misma distancia que la establecida entre la sensatez y el ridículo, el bochornoso y majadero ridículo de su laica beatificación, en la que ha intervenido hasta el Presidente del Gobierno, que tampoco se ha leído la sentencia o le han informado mal, como es habitual. No me extrañaría que su informador particular, Pepiño Blanco, le haya dicho a Zapatero que el doctor Montes es el descubridor de los tres tipos de mujeres que hay en España, el Diábolo, el Cilindro y el Campana. En ese supuesto, bastante probable, se entendería la encendida defensa de Zapatero a Montes, pero no es el caso.

No he tenido experiencia personal con el doctor Montes. Ni amigos ni parientes han ingresado en el Severo Ochoa y se han puesto en sus manos. Por ello, no me mueve animadversión personal alguna contra el doctor Montes. Pero intuyo, y tengo derecho a intuir, que de héroe y de víctima tiene poco, y que de soberbio y ensorbecido, anda sobrado. Y no se sabe la razón de su aplomo, por cuanto el informe de los expertos del Colegio de Médicos, que no ha sido rebatido en el fallo judicial, dice que su actuación ha sido, en determinados casos, sospechosa de malas prácticas. En resumen, que no ha sido un buen médico para sus pacientes. Y eso no es para sacar pecho, brindar con champán y mostrarse enfadado con la vida. Bastante suerte ha tenido, digo yo.