San Sebastián

El bolsillo de los españoles

La Razón
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Reconozco mi obsesión por la dura situación económica que atraviesa España, que se agravará este año, según todos los indicadores económicos. Admito mi gran enfado al escuchar cómo, desde la jefatura del Gobierno y sus adláteres, se minusvalora una realidad, que empieza a ser trágica para muchas personas. No se trata, como ha insinuado el presidente del Gobierno, de una estrategia electoral de la oposición, sino de un drama real. Ignorarlo, como hacen los dirigentes de este país, indica que desconocen la economía real de la calle, porque viven en niveles muy superiores. O que les preocupa un comino.

La debacle económica aterriza en un momento en que el endeudamiento económico de las familias se ha disparado y su pérdida de poder adquisitivo es la más alta de la Unión Europea. A esto hay que añadir que, en 2008, sólo con las subidas anunciadas en servicios básicos como luz, agua, gas, transporte público e hipoteca, cada familia española gastará mil euros más al año. Esto representa el sueldo de un mes para los «mileuristas», el de 15 días para otras muchas personas y, en casi todos los casos, más del 4,5 de inflación oficial. Sin contar la escandalosa subida de la cesta de la compra –sobre un 20 por ciento– y la incógnita en el comportamiento de los carburantes. ¡Menos mal que tenemos el euro a casi 1,5 frente al dólar y que el barril cotiza en la moneda estadounidense! Y todavía el Gobierno sigue hablando con optimismo sobre el futuro de la economía española. Eso sí, lo fían a después de los comicios del 9-M, como si los votantes fuéramos niños de baba.

Con los bolsillos vacíos, pero con las tarjetas llenas, llegan las rebajas de enero. Una tentación insuperable para consumistas y buscadores de chollos. Las gangas sólo están recomendadas a quienes sepan controlarse y acudan a buscar aquello que eligieron durante la temporada y que no adquirieron porque el precio era elevado. En otro rango están –estamos– quienes al no hallar el objeto deseado arramplan con otro que lo supla y, de paso, con todo lo que hay en el camino porque el precio es irresistible. Unos pocos suman una barbaridad y al final de tanto «regalo», la cantidad gastada es la misma que si desde el primer minuto hubiéramos entrado en una firma carísima. Así que, cuidado con las rebajas y con los productos que son tan baratos como innecesarios. Recuerdo al marido de una amiga mía de San Sebastián que al verla llegar cargada de bolsas solía comentar con sorna: «Con lo que ahorras con tus chollos no entiendo cómo nos cunde tan poco el dinero».

Otro consejo para incontrolad@s: no pagar jamás con tarjetas. El dinero «duele» mucho más cuando sale de la cartera o hay que ir al cajero a sacarlo. Se es más consciente de que 60 euros son 10.000 pesetas, por lo que en la mayoría de los casos, la tontería absurda se quedará en la tienda. Ese es el momento de recordar la interminable lista de «tonterías absurdas» que aparecen en el folio de la tarjeta de crédito y que, sumadas, alcanzan cifras importantes. De lo contrario, daremos la razón a Pedro Solbes cuando dice que no hemos interiorizado el valor del euro, y no podremos decirle que cumpla con su obligación y se dedique a articular mecanismos que eviten las subidas.