Caso Campeón
EL cazador cazado
«Si sales de casa revisa tus armas, no vaya a ser que en vez de cazador seas cazado» dice la moraleja de la fábula. Un famoso cazador, el ex ministro Bermejo, murió políticamente por los disparos de su propia escopeta sin que por ello el juez Garzón, compañero de fatigas del susodicho, pusiera sus barbas a remojo. Para el magistrado la amenaza no es política sino judicial, pero tanto monta. El Tribunal Supremo le ha abierto una causa por presunta prevaricación, por abrir fosas comunes por todo el país «consciente de la ilegalidad e incompetencia en que incurría». En el mes de febrero, cuando comenzaba la campaña electoral, yo escribía en esta misma columna que «el juez Garzón que aspiró con González a ser ministro, bien podría pretender con Zapatero ser vicepresidente a tenor de la cantidad de favores que le había servido». En ese mes de febrero, cuando comenzaban las campañas vasca y gallega, el juez Garzón prendió al PP entre la pinza de la Causa General contra el Franquismo y el caso Gürtel. Y en aquella columna escribía más: lo «grave que es que, en privado, políticos y juristas hablen con desparpajo de la prevaricación de un juez y todos callen en público. ¿Prevaricar es iniciar, una causa a sabiendas de tener dudosa competencia? ¿Prevaricar es utilizar la justicia para inclinar las elecciones hacia los amigos?», era la reflexión. Veremos lo que dice ahora la justicia. Si el asunto prospera, será la tumba del juez. Y si no hay causa que probar, sí habrá en todo caso conclusiones poliédricamente penosas. Porque penoso es que un juez abrillante su estrella a costa de instrucciones contra Berlusconi, Ben Laden, Guantánamo o Pinochet, entre otros, como es que haga coincidir causas contra el partido de la oposición en vísperas de elecciones. Como penoso es que un juez de la Audiencia Nacional sea imputado por el Tribunal Supremo en relación con su trabajo. Como penoso es que esto suceda a diez días de las elecciones. Como penoso es que el partido de la oposición se felicite por ello, aún aduciendo poderosas razones... La judicialización de la vida política y cívica española está alcanzando cotas que nos aproximan a una república bananera. Lo dicho: penoso y lamentable.
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