Afganistán

Esperanza y retos

La Razón
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Las elecciones del pasado martes han dejado una cosa clara: la democracia norteamericana goza de una salud inmejorable, cimentada en los sólidos principios que establecieron los padres fundadores hace más de dos siglos. La victoria de Barack Obama cierra un ciclo histórico. La elección del primer negro a la Presidencia de Estados Unidos demuestra que el trauma histórico de la esclavitud, la Guerra Civil, la segregación y la lucha por los Derechos Civiles está superado definitivamente.
Es una victoria de toda la sociedad americana, de demócratas y de republicanos por igual. Así lo han reconocido tanto el presidente Bush como el senador John McCain. Sus mensajes de felicitación demuestran que hay una sociedad civil vigorosa que sabe superar las diferencias, unida bajo la bandera de los ideales y principios de libertad que recogen la Declaración de Independencia y la Constitución.
El testimonio más emotivo y auténtico de esa vitalidad ha sido el de Anne Nixon Cooper, la mujer negra de 106 años que pudo votar en Atlanta en silla de ruedas. Ha podido ver cómo era elegido el primer presidente negro del país que, una generación antes de su nacimiento, se había enfrentado en una sangrienta guerra para conseguir la abolición de la esclavitud.
No deja de ser una ironía del destino que sea un demócrata el que simbolice el fin de la tarea que iniciaron el Partido Republicano y el presidente Lincoln a mediados del siglo XIX. La victoria del hijo del emigrante africano demuestra que el sueño americano sigue vivo.
Obama encarna también una gran esperanza. La simpatía que ha despertado en todo el mundo puede ser un instrumento poderoso para vencer el antiamericanismo que impera en tantos lugares. Pero habrá que tener cuidado. La frustración puede ser más dura si las expectativas no se cumplen.
Obama tiene que enfrentarse a sus responsabilidades. Ya no vale sólo con la imagen amable y la retórica brillante. Llega la hora de tomar decisiones.
La crisis económica y financiera es quizás el reto más cercano y urgente para los americanos. Las semanas que quedan hasta la toma de posesión de la nueva Administración parecen una eternidad. Esperemos que Obama aparque las tentaciones de subir los impuestos, incrementar la intervención del Estado en la economía y ceder al proteccionismo. Esas políticas podrían retrasar la salida de la crisis en EE UU y en el resto del mundo.
La seguridad nacional es el segundo gran reto que tendrá que afrontar. El pueblo americano no admite la derrota como alternativa. Obama tendrá que liderar a su nación hacia la victoria en Irak y en Afganistán. Una tarea complicada en la que necesitará la cooperación leal de los aliados de Estados Unidos.
Esa lealtad es a una gran nación y a los principios que encarna, no a un presidente determinado. El presidente Obama lo tiene que saber. Los enemigos de Estados Unidos, que los tiene y poderosos, intentarán poner a prueba al nuevo presidente para comprobar hasta dónde pueden llegar.
Esperemos que el presidente Barack Obama demuestre la determinación, temple y carácter para hacerles frente y dirigir a un país en tiempos de guerra. A todos nos va mucho en su éxito.