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Falcones resucita a los moriscos

Ildefonso Falcones, ayer, en Córdoba
Ildefonso Falcones, ayer, en Córdobalarazon

Ildefonso Falcones vendió cuatro millones de ejemplares de «La catedral del mar». Tres años después de su primera novela, el autor posa, con unas marcadas ojeras y las gafas de sol colgadas de la camisa, delante de la Mezquita de Córdoba. Un coro de cámaras y fotógrafos lo rodean ante el asombro de vecinos y turistas. El novelista presentó ayer «La mano de Fátima» (Grijalbo) ante sesenta medios de comunicación con un recorrido por la antigua capital de Al-Andalus. «Estoy abrumado por la expectación», reconoce con una sonrisa, y levanta las manos como si no lo creyese. «Siempre he sentido presión en mis treinta años de ejercicio como letrado. Cuando escribes la presión no existe. Si la hubiera, o te dejaras llevar por ella, no lograrías redactar una página. Hay que trabajar y esforzarse, pase lo que pase después».

Ahora como entonces
En este trabajo aborda uno de los capítulos silenciados de la historia de España: la expulsión de los moriscos. «Estamos en una sociedad tolerante y multicultural donde se aceptan las diferentes religiones, pero existen paralelismos con esa época. Por ejemplo, los inmigrantes de ahora, como los moriscos entonces, se hacinan en pisos patera».
Falcones ha narrado el drama de esta comunidad a través de la historia de un joven, hijo de una morisca y de un sacerdote que la viola, que presenciará los últimos años de convivencia en España entre musulmanes y cristianos. Una trama que comenzó a desarrollar hace tres años y que abarca desde 1568 hasta 1609. Arranca con el levantamiento de las Alpujarras y termina con la expulsión definitiva de estas familias (la mayoría humildes). En medio queda una historia de amor y vicisitudes que discurre entre los meandros de la cotidianeidad de esos decenios. «Se les obligó a que se evangelizaran y a que vivieran como cristianos», apunta.
La aparición, en 1884, en Almonacid de la Sierra (Zaragoza), de un gran número de manuscritos árabes con 300 años de antigüedad le dio pie a escribir este homenaje a una cultura que se había perdido. «Hay que cotejar la Historia con el argumento que has pensado para ver si ambos encajan», afirma. Falcones, que mañana estará en la Feria del Libro de Madrid firmando, desarrolla a partir de ahí algunas ideas que mantiene sobre literatura: «Lo que me gusta es coger una novela que me entretenga. La clave es proporcionar una lectura ágil, que no sea ni pesada ni barroca y que le interese al lector». El autor compagina su trabajo, la abogacía, con la literatura. Escribe unas tres horas diarias, pero admite que el éxito no le ha convencido aún para dejar su oficio. «No me planteo cerrar el despacho. No se puede vivir siempre encerrado en la imaginación. Necesito un contacto con la realidad, que la gente me cuente sus problemas».


La Córdoba de Obama
Ildefonso Falcones hizo un comentario sobre el desliz histórico del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que situó el califato de Córdoba en la época de la Inquisición: «No podemos pretender que además él conozca la historia de nuestro país. El que se equivocó fue su asesor. Pero, desde luego, hubo una época de convivencia en Córdoba. Al principio, los cristianos pudieron mantener sus iglesias. Hubo esa coexistencia, aunque siempre con cierto sometimiento al que mandaba».