Literatura
Fomento propio
La otra noche, recién salida del Vicente Calderón, me fui del bracete a pasearme. No es que tuviera ganas de dar un garbeo, ni mucho menos, porque yo a las diez lo que quiero ya es estar en casa viendo la teletienda y tomando sopa, pero me fui a dar una vuelta a ver si se me secaba el abrigo de paño. Tengo el don natural de elegir siempre lo menos conveniente para situaciones de chaparrón y el sábado pasado no iba a ser una excepción. Cayendo la mundial, me puse abrigo de paño. Con el abrigo de paño como una pileta de lavar me en busca de un caldo por el centro de Madrid, cerca de la Audiencia Nacional. En ese momento, en la Audiencia Nacional, había mucho trajín porque estaban trincando al último becario que dirige ETA, así que me sorprendió enormemente ver paseando también al juez Grande-Marlaska. Un bombonazo, por cierto. Y me dije para mis adentros: «Dile algo, nena». El juez Grande-Marlaska iba acompañado de otros dos caballeros y me alegré muchísimo de que un señor tan importante y que maneja asuntos tan absolutamente trascendentes pudiera pasear sin llamar la atención, así que llegué a la conclusión de que Grande-Marlaska sale a la calle con la intención premeditada de no hacer ruido y de que encima lo consigue, en contraposición con otros personajes y otros colegas a los que les falta un Frigodedo gigante de sombrero. Me acerqué despacito para adelantarle en la acera y le dije al oído: «Sr, Juez: es Vd. un fenómeno». Y Grande-Marlaska, el bombonazo, me dio un pellizquito en un brazo y a mí me pareció de los agradecimientos más salados que he recibido en toda mi vida. Llámenme cateta, sí, pero me quedé más ancha que larga diciéndole a este señor que me parece admirable lo que hace y además cómo lo hace, y además cómo lo lleva. Digo esto cuando veo que Pepe Blanco ha vuelto a conceder otra entrevista más, poco menos que felicitando a los españoles por la suerte que tienen con su nombramiento. Blanco es de esas personas a las que oyes hablar y te sobrevuela la sensación de que está pidiendo que se acuñe una moneda con su perfil. Se me relaje, hombre, que ya es Vd. ministro.
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