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Impulso para el Plan Bolonia

La Comisión Europea afirmó ayer que España se retrasa en su aplicación

La Razón
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España recibió ayer una seria advertencia de la Comisión Europea. El comisario responsable de Educación, Ján Figel, avisó de que nuestro país acumula retrasos en la aplicación de las reformas universitarias del proceso de Bolonia para crear el espacio europeo de educación superior. En concreto, se ha puesto el acento en la lentitud, con respecto a otros países de la UE, con la que se está poniendo en marcha la nueva estructura en tres ciclos (grado, máster y doctorado). Tampoco va al ritmo adecuado la aplicación del sistema europeo de transferencia y acumulación de créditos, concebido para favorecer la movilización de los estudiantes. Figel también subrayó que en España no se respeta, por cuanto no está generalizada, la expedición del Diploma Suplementario (DS). Éste tiene algo más que un valor simbólico, puesto que es un documento que acompaña al título universitario y facilita el reconocimiento académico y profesional de las cualificaciones en toda Europa. La Comisión tampoco ignoró lo que, desde el punto de la ciudadanía, es el mayor problema al que se enfrenta la aplicación del Plan Bolonia en España: el rechazo que genera entre algunos sectores de la comunidad universitaria. Su diagnóstico es claro y sensato: es el resultado es una deficiente interpretación del Plan Bolonia a resultas de una mala, cuando no prácticamente inexistente, campaña de información. Eso ha provocado desde manifestaciones estudiantiles hasta una más que tibia acogida a un plan que el Gobierno no ha sabido explicar. La llamada de atención de la CE es más que pertinente dado que este proceso debe culminar en 2010, por lo que estamos en la recta final y es necesario darle un nuevo impulso. Estos retrasos son aún más sangrantes si se tiene en cuenta que este proceso de adaptación al EEES fue suscrito de forma voluntaria por 29 países, entre ellos España, en 1999. Se antoja que el Ejecutivo ha perdido un tiempo precioso para hacer el Plan Bolonia más comprensible e irse adecuando a él sin apresuramientos. El nuevo ministro de Educación, Ángel Gabilondo, tiene ante sí un reto de gran envergadura. A diferencia de su antecesora como máxima responsable de la universidad, Cristina Garmendia, debe que tener el empuje y la determinación suficientes para ser más didáctico y explicar esta reforma en sus justos términos. Porque ni los estudiantes ni los docentes pueden estar en el limbo al albur de informaciones, promovidas desde los más diversos sectores, que parecen más dedicadas a intoxicar que a clarificar. Las dudas sobre Bolonia son muchas y se precisa una eficaz campaña de información además de abrir un productivo debate en el que participen activamente todos los implicados. Sólo así se estimulará un plan que, con sus virtudes y con sus defectos, a fin de cuentas fue asumido por nuestro país y parece estar en el limbo. Como mínimo es preocupante que una reforma de tanto calado, y que sin duda va a ser determinante para miles de estudiantes, vaya al ralentí. Ángel Gabilondo debe hacer los deberes con celeridad. Si lo que se persigue con el Plan Bolonia es que las universidades y sus estudiantes sean más competitivas en el espacio europeo común, el Ejecutivo debe impulsar este proceso, procurando el consenso, con el fin de resolver los desajustes que se han detectado y que se pueden convertir en una rémora innecesaria. Porque lo que no sería deseable es que nuestros universitarios partan en situación de desventaja respecto al resto de los europeos.