Bruselas

Indiferencia a la francesa

Indiferencia a la francesa
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Los franceses resoplan cuando se les habla de Europa. Y la desgana es patente cuando se les recuerda la próxima y cercana cita con las urnas. No es que los artífices de la construcción europea –en la que, por cierto, sigue creyendo una amplia mayoría– se hayan vuelto eurófobos o esté germinando en ellos un cierto euroescepticismo, sino que la imagen, aún gris, que se tiene hoy de la UE y el desconocimiento de lo que allí hacen sus responsables políticos han contribuido a que el desinterés gane terreno. Una desafección que hay que achacar en buena parte a la propia clase política por su escaso empeño en explicar la importancia que tiene en la vida cotidiana de cada europeo lo que allí se decide, pero que contrasta, sin embargo, con una inflación de candidatos: 161 listas concurren a estas elecciones. Esa falta de pedagogía no es en todo caso un mal endémico galo, sino que trasciende sus fronteras. Y no parece que sea esta campaña europea la que se haya propuesto hacer propósito de enmienda.
A ojos de muchos votantes, Bruselas o Estrasburgo, sede del Parlamento europeo, sigue siendo un ininteligible, denso e indefinido magma compuesto por 27 países de difícil consenso, como la crisis económica ha puesto de manifiesto. La ausencia de una respuesta rápida, coordinada y global no ha contribuido a mejorar esa imagen.
Así se explica la histórica abstención a la que, según los últimos sondeos, los franceses están dispuestos el próximo 7 de junio: un 60 por ciento. Una cifra que está sirviendo de acicate a los partidos para tratar de movilizar a un electorado remiso, sobre todo en la izquierda que no ha encontrado otro argumento para galvanizar a esas masas que el del anti sarkozysmo. Una bandera fácil de agitar, pero de resultados inciertos. La estrategia le podría dar más enteros a los partidos situados a la izquierda de la izquierda, troskystas y comunistas, que a los propios socialistas franceses que llaman al «voto útil» mientras su dividida base electoral se erosiona. Ganador en 2004, el Partido Socialista, desgarrado entre dos mujeres, su primera secretaria Martine Aubry, carente de liderazgo, y la carismática y sempiterna aspirante, Ségolène Royal, se conformaría con igualar a la derecha, pero las encuestas vaticinan una sangría. Con un 20 por ciento de los votos, perdería 9 puntos respecto a las últimas elecciones y se alejaría del 26 por ciento que se otorga a la UMP, de Nicolas Sarkozy. La mayoría conservadora, que parte como favorita, ha desenvainado sus temas de predilección: la seguridad, el control de la inmigración y el «no» a la adhesión de Turquía a la UE para movilizar a los suyos, además del positivo balance de la reciente Presidencia gala de la Unión.
Pero la campaña se ha convertido más en un ring donde se cruzan acusaciones personales que en un debate de ideas. Algunos se suben a la grupa de Europa simplemente para divisar mejor 2012: la próxima elección presidencial. Es el caso del centrista François Bayrou, cuyo renovado partido, MoDem, que concurre por primera vez, podría resucitar como tercera fuerza política.
 

La campaña «people» de Rachida Dati
Rachida Dati no acaba de digerir el nuevo destino al que ha sido catapultada, contra su voluntad: el Parlamento Europeo. Acostumbrada a los fastos de la capital francesa, los flashes y el acoso mediático, la todavía ministra de Justicia, (caída en desgracia al perder la protección presidencial y dejar de ser símbolo del sarkozysmo) ya lo ha advertido, aunque en tono de humor: «No se van a librar de mí así». Eclipsarse no va con ella. Eso explica que la campaña de la «número dos» de la lista de la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP) por París, alterne mítines, reuniones y sobredosis de entrevistas algo «rosas» sobre su nueva vida en Estrasburgo. De la portada de la popular revista «VSD» al mítico programa de la tele gala «Vida privada, vida pública».