Estreno teatral
Jesús Neira
Fui a entrevistar a un héroe civil y me encontré con la desnudez de un ser humano
Se siente, dice, como un mono porque desde hace meses vive encerrado en un hospital aprendiendo a erguirse. Un mono feliz porque, aunque su despertar fue un milagro, paralítico y mudo, hoy ya no piensa en la muerte. Cada día desde la barandilla del hospital otea la calle, la vida correr, el caminar de la gente, para imaginarse que un día será uno de ellos, que él también podrá sostenerse en pie y mantener el equilibrio, agacharse y besar el suelo, tomarse un bocadillo de chorizo con un vino... Todo lo que el común de los mortales posee y que él, un hombre de profundas inquietudes intelectuales y enorme vida interior, ansía como una necesidad primaria. Cuando despertó de sesenta y ochos días en coma, una y mil veces se preguntó «qué he hecho yo para merecer esto», la muerte en vida por increpar a una mala «cucaracha» –sic-, a una bestia que maltrataba a su pareja, a un asesino en potencia que la habría matado a ella si él no la auxilia, y a él si su pobre hijo no se pone de escudo gritando «basta ya». ¿Cómo pueden pertenecer al mismo género de seres Neira y su agresor? Es imposible. A nuestro héroe, alegoría de la vida, emblema contra los malos tratos, el gobierno debería rendirle un tributo nacional permanente, para convertirle en una antorcha encendida que nos recordara a las mujeres que no estamos solas, que son muchos los hombres que nos apoyan en esta lucha por la libertad y la dignidad. Pocas veces, en treinta años de profesión, un entrevistado me ha conmovido tanto. Conocí a Neira cuando estaba más convaleciente que ahora y nos generamos una corriente de energía recíproca. Él estaba ilusionado con hacer una gran entrevista para poder explicarse en televisión, y mejoró increíblemente sopesando proyectos. Yo fui a entrevistar a un héroe civil y me encontré con la desnudez de un ser humano, desabrigado el alma, egregio, más iluminado que antes –dice él–. ¿Cuántos Neiras anónimos vagan por el mundo y no los conocemos? Me gusta este pensamiento y me hace sentir bien porque a éste magnánimo, a este insigne filántropo, por suerte para mí, yo he podido conocerle.
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