Valencia
La afición azulgrana sonríe la última
Eran minoría en Valencia. Dentro y fuera del estadio. Unos 20.000 culés ocupaban todo el gol norte de Mestalla. El resto del aforo -algo más de 30.000- era rojiblanco. Durante todo el día, por las calles de la ciudad, la diferencia entre unos y otros, en número y decibelios, aún fue mayor. Pero la sufrida afición azulgrana fue la última que sonrió. Tras dejarse ver poco por la capital del Turia, los aficionados del Barça se arrancaron ya en el estadio, cuando el equipo de Pep Guardiola salió a calentar. En la liturgia futbolística habitual, gritaron, uno a uno, los nombres de los jugadores que formaban la alineación y luego pitaron la del rival. Pero la mayor pitada de la noche se la llevó, por parte de ambas hinchadas, el himno español. Cosas de la política, como la pancarta que, en una zona en la que estaban mezcladas las dos aficiones, rezaba "We are nations of Europe. Goodbye Spain"(Nosotros somos naciones de Europa. Adiós España). Las dos aficiones también se hermanaron para acordarse del eterno rival ("el que no bote madridista es"). Después, empezó el partido, y vascos y catalanes aparcaron esa complicidad durante noventa minutos. La afición del Athletic apretaba y el temprano gol de Toquero enmudeció a los seguidores azulgranas. El partido no empezaba bien. El Barça no carburaba y en la grada del gol norte se veían caras y gestos de preocupación, mientras los decibelios aumentaban en el otro lado del estadio. Entonces apareció Touré Yaya, para hacer un eslalon entre jugadores rojiblancos que acabó con un zapatazo seco que se coló por la izquierda de la portería defendida por Iraizoz, a la media hora. A partir de ahí, el Barça empezó a parecerse al Barça, y la afición azulgrana por fin se reconoció en él. Los cánticos de los seguidores culés volvieron a ponerse en marcha y el equipo de Guardiola pareció corresponder con unos minutos de asedio a la portería del Athletic, que acabaron cuando Medina Cantalejo pitó el final de la primera parte. Empezó la segunda parte y, con ella, el festival de Messi. El ‘crack' argentino por fin apareció en escena para poner un par de veces a prueba a Iraizoz. La grada culé le rindió pleitesía. Cuando Messi marcó el 1-2, llegó la locura. Gritos de ¡Barça, Barça!, bufandas al vuelo, abrazos, llantos y alguna bengala encendida, una de ellas en la zona donde estaban los ‘Boixos Nois' el grupo de seguidores radicales del Barcelona que, una vez más, se las ingenió para viajar con el equipo, toda vez que hace ya varias temporadas que fue desterrado del Camp Nou. Con los goles de Bojan y Xavi, llegó el delirio. La hinchada culé, ya desbocada, tomó definitivamente el mando. A los del Athletic ya no se les volvió escuchar hasta el final del partido, cuando intentaron consolar a los suyos. Con 1-4 en el marcador, y el partido ya decidido, la grada azulgrana se dedicó a homenajear a los jugadores que Guardiola iba sustituyendo (Xavi, Touré Yaya, Bojan) y a pedir al técnico que reservase a Messi, no se sabe si por miedo a una lesión, o para poder despedir al héroe del partido con una atronadora ovación. Daba igual. Los gritos de ¡Messi, Messi! -y los de ¡Barça, Barça! no pararon de escucharse durante la celebración posterior, mientras los jugadores azulgranas compartían con su gente esa Copa que abre la senda de la triple corona. Con ellos, y con los hinchas del Athletic, porque el equipo de Guardiola también se fue hacia el gol sur para aplaudir a la afición rival, detalle que el conjunto de Caparrós correspondió haciendo lo propio con los seguidores culés. Tras la entrega del trofeo, siguió la fiesta, el himno del Barça sonó por la megafonía y 20.000 voces lo cantaron al unísono. Al igual que el ya famoso ‘We are the champions'. Al final, la sufrida afición culé logró sonreír la última.
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