América

América

La izquierda extrema

La Razón
La RazónLa Razón

Mercedes Aroz –senadora socialista que abandona la política porque se ha convertido al catolicismo y no logra compatibilizar cristianismo e izquierda extrema– empezó de marxista y ha terminado apostólica romana. Al contrario que Hugo Chávez, que principió siendo monaguillo y ha quedado para faro del nuevo marxismo castrista de tintes indígenas que pretende gobernar el mundo en las próximas décadas. Chávez se viste con un guardapolvo rojo, que envuelve caritativamente su enorme barrigón, pero lo que le mola es el color púrpura cardenalicio. Hubiese sido un Papa estupendo, bolivariano y con su propia Tele-Homilías. Pero se quedó en golpista. La ventaja del torpe aliño indumentario de Chávez –que puede usar de capote para torear a reyes, opositores a su régimen y demás ralea contestataria– es que si se mancha de sangre, como la bata es más roja que la corná de un novillero, no se notarán los lamparones de su ignominia. Fidel Castro se pasó la vida vestido de verde militar, y cuando dejó la política –porque su fistro rectal dijo «basta»– se colocó un chándal. A los marxistas les encantan los uniformes; detestan la individualidad. Hace dieciocho años que terminó la Guerra Fría. El muro de Berlín se vino abajo y el mundo entró en una etapa de desconcierto. Parecía que Occidente (liberal, democrático, capitalista, ex colonialista, rico y guapo) se había quedado sin adversario, y en estas apareció Bin Laden. Una fuerza terrorista contra el Occidente «imperialista y satánico». Y cuando pensábamos que sólo habría que lidiar con los asesinos del turbante y el kalashnikov, hete aquí que salió Chávez a la palestra global, agitando un barril de petróleo en plan cóctel molotov. Chávez no es Nikita Jruschov, qué más quisiéramos, pero está preparando su propia Unión Socialista Bolivariana (él la llama «Confederación de Naciones») en sustitución de la antigua Unión Soviética, y en alianza con Admadineyah y toda esa basca de ortegas, correas y morales con la que tan bien se entiende Zapatero. Sí, Mercedes: desgraciadamente la social-democracia agoniza. Ahora es el tiempo de la izquierda extrema.