Bilbao
La marea rojiblanca acompañó a su equipo hasta el final
La vieja acacia que acoge el campo valencianista ha vivido hoy una riada que no por esperada ha dejado de ser espectacular: un ola con los colores rojo y blanco que o se llevaba todo a su paso o no dejaba pasar nada. Era una marea ilusionada como pocas ha habido en circunstancias tan desfavorecedoras. Es evidente que este Athletic, a pesar devolver al club a su viejo esplendor llevándole a una nueva final un cuarto de siglo después, no es el de otras épocas y este Barça compite no por ser le mejor Barcelona de siempre sino por ser el mejor equipo de la historia. Pero la fe del torrente llegado desde Bilbao solo era equiparable a su fervor rojiblanco, que estalló con el primer gol del partido. El tanto que recordó al de Endika en la final del 84, también en los primeros minutos. El ‘2' del Athletic plasmó por unos minutos el pronóstico de unos pocos atrevidos: ‘1-0, gol de Toquero'. La estrategia, el clavo al que se asían todas las esperanzas vascas, había parecido y el milagro de hace 25 años parecía volver a repetirse. Vaya media hora que dio el delantero vitoriano a sus seguidores, que disfrutaban de los lindo cuando un fogonazo de Touré Yaya paró el mundo. El Barcelona había sacado el mazo y ya no lo iba a volver a guardar. El descanso solo fue un poco de aire para un equipo que empezaba a sentirse asfixiado. Por el esfuerzo realizado y por la velocidad que empezaba a tener el balón cuando combinaba el Barça. Con la segunda parte recobraron ánimos en la parte de la grada rojiblanca, más de la mitad del campo. Fue por poco tiempo. Messi abrió la caja de los truenos, el rival no hacía más que golpear y para el cuarto de hora de la continuación el choque estaba finiquitado. Los acusó la marea rojiblanca, que en cuanto dirigió tanto ‘tute', recobró la firmeza y reaccionó -todos menos uno, el que se ganó el escarnio público por una acción vergonzosa- como acostumbra. Dando cariño a su equipo. Así, le acompañó en el dolor hasta el final del partido. Y le agradeció la primera hora que le dio. Los 30 minutos en los que vio de nuevo campeón. Un rato largo en el que, como alguno había soñado, Toquero fue lehendakari. No fue poco, viendo lo que este Barcelona de Pep Guardiola.
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