Estados Unidos
La piratería acecha al libro
El «e-book», protagonista del mundo editorial, será sin embargo el gran ausente en la cita del Retiro
Primero fueron los discos, después las películas y, ahora, los libros. Coincidiendo con el despegue comercial de los lectores de «e-books», la revolución de las descargas está sacudiendo al mundo editorial. La polémica ha llegado a la propia Feria del Libro de Madrid, que, a diferencia de certámenes de similar envergadura, no expondrá la tecnología que marcará el devenir del sector en el futuro. «No hemos recibido ninguna petición en este sentido», ha explicado el director del encuentro, Teodoro Sacristán, ante las críticas surgidas por su presunta renuncia a apoyar este rompedor soporte.
La semana pasada, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, ya mostró su temor a que el sector editorial sufra el mismo destino que la industria del disco, incapaz de adaptarse al mundo digital. En su opinión, resulta preocupante que los libros circulen libremente por internet, sin que los autores perciban derechos de autor. La ministra plasmó así la inquietud que muestra parte del mundo del libro, alertado por el auge de la «piratería» en los países con mayor implantación del «e-book», especialmente Estados Unidos.
La plaga crece
Allí, sitios como Scribd o Wattpad ya alojan versiones «pirata» de infinidad de libros, al igual que páginas frecuentadas por «fans» de las descargas musicales como Rapidshare, Megaupload o Mediafire. «El problema ha crecido exponencialmente», señaló no hace mucho tiempo el director ejecutivo de Hachette, David Young, al «New York Times».
Hasta hace poco, las descargas de libros eran un fenómeno minoritario. Durante años, la «piratería» sólo afectó a las obras más populares, como las novelas de Ken Follet, JK Rowling o Stephen King, todos ellos vendedores de millones de ejemplares a nivel global. Sin embargo, los expertos del sector creen que el problema se está disparando, aunque todavía no existan estudios fiables que lo cuantifiquen. «Cualquier producto en formato digital es susceptible de ser "pirateado"y el libro no es una excepción», reconoce Santos Palazzi, responsable del área Mass Market del grupo Planeta, que cuenta con un equipo de veinte empleados para preparar el «salto digital».
Hasta la fecha, los editores se creían relativamente a salvo de las descargas. Para empezar, resultaba engorroso escanear cada una de las páginas para obtener la versión digital de los libros. Además, pocos lectores tenían la paciencia de tragarse una obra completa en la pantalla del ordenador, que cansa más la vista que una versión impresa. Y, finalmente, tampoco salía rentable recurrir a la impresora, puesto que los disparatados precios de los cartuchos de tinta anulaban cualquier ahorro.
Pero todo está cambiando con la irrupción de las nuevas tecnologías. Cada vez más editoriales comercializan ediciones digitales de sus libros que los «piratas» pueden intercambiar fácilmente. Además, dispositivos especiales como el Kindle de Amazon (del que se estima que ha vendido más de medio millón de unidades) o el Reader de Sony permiten leerlos con la máxima comodidad. Estos aparatos emplean una novedosa tecnología, la «tinta electrónica», que ofrece una legibilidad similar a la del papel sin apenas consumir energía. De momento, el parque de «e-books» en España es minúsculo (se estiman entre 10.000 y 15.000 aparatos), así que el impacto de las descargas de libros resulta casi imperceptible. Pero tarde o temprano, la tecnología desembarcará en España y, con ella, la tentación «pirata». «Nuestro mercado está preparado para que cuaje esta tecnología», explica Ignacio Latasa, director de Leer-e, pionero en la venta de «e-books» en España, que prevé que los aparatos desembarquen en nuestro país de forma masiva en el plazo de un año. La actitud del sector editorial combina la preocupación y la esperanza. Algunos editores confían en que el sector sea capaz de evitar los errores de la industria musical. Hace una década, la aparición de la web de descargas Napster provocó una furibunda reacción de las discográficas, que alienaron a sus clientes potenciales al presentar demandas multimillonarias contra los internautas que se bajaban canciones. «Mientras, tardaron varios años en ofrecer alternativas legales como iTunes, y para entonces el daño estaba hecho», señala Javier Celaya, uno de los máximos expertos en «e-books» de España.
Los más optimistas creen que, en vez de oponerse al cambio, la industria del libro debería encauzarlo. Y recalcan que la tecnología no sólo presenta amenazas para las editoriales, sino también infinitas ventajas. Primero, facilita ahorros de todo tipo: papel, almacenaje, distribución... Además, permite aumentar el catálogo de obras hasta el infinito, pues los costes se reducen prácticamente a cero. Y, finalmente, ofrece una mayor interactividad: se puede ampliar el tamaño de letra, hacer anotaciones, ofrecer actualizaciones...
Ahora, el reto es dar con el modelo de negocio que explote estas virtudes y minimice los riesgos. Así, los expertos creen que habrá que dotar a los libros digitales de un «valor añadido» sobre el papel y, sobre todo, ajustar los precios, con rebajas potenciales de hasta el 50 por ciento. Finalmente, queda por resolver el pulso entre la tecnología y los contenidos.
Acostumbrarse a pagar
De momento, las editoriales españolas se resisten a volcarse con el «e-book» ante la escasez de dispositivos en manos de los consumidores. A su vez, los fabricantes de los aparatos exigen que haya contenidos disponibles antes de lanzar sus productos de forma masiva. Y, mientras se soluciona este impasse, la industria pule sus estrategias hasta el momento en que se produzca el desembarco de la revolución digital. «Para entonces, tiene que existir una oferta completa de libros y unas plataformas de descarga fáciles de utilizar», asegura Palazzi. «Sólo así acostumbraremos a la gente a pagar por los libros, en vez de bajárselos gratis».
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