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La soledad de la reina

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¿A rey muerto, rey puesto? La muer- te de Michael Jackson deja abiertas numerosas incógnitas alrededor de su vida, la custodia de sus hijos y su legado. Pero hay una herencia que nadie podrá disputarle: ha sido el icono de la cultura pop por excelencia desde los años ochenta y no hay a la vista ningún cantante de las últimas hornadas que pueda ocupar una posición similar a la alcanzada por el intérprete de «Thriller». Durante su reinado tuvo competidores que mostraron cualidades y olfato, pero ninguno llegó a cuajar como artista global instalado por encima del tiempo. Sólo Madonna se ha acercado a sus dimensiones galácticas como mega- estrella mundial del pop. Y es lógico pensar que después de su muerte ella queda como única depositaria para ocupar el trono que deja vacante.

Posibilidades agotadas

Por el camino de los últimos treinta años se han caído de la cumbre estrellas como Prince y George Michael en la década de los ochenta. Ya en los noventa y en lo que va de siglo, otras tan-tas figuras han visto agotadas sus posibilidades de mantenerse, desde Kurt Cobain a Marilyn Manson pasando por Robbie Williams y Eminem. ¿Resulta posible en la era de internet asistir al nacimiento de un fenómeno musical parecido al de Michael Jackson?

«Actualmente, el "show business"ha quedado completamente atomizado y la industria discográfica, tal y como la hemos entendido hasta ahora, está en fase de disolución», explica Javier Panera, director del museo de arte contemporáneo Do- mus Artium de Salamanca y autor del libro «Crossroads. Cruce de caminos entre el rock y las artes visuales» (a punto de llegar a las librerías). «No hay que olvidar que artistas como Michael Jackson y Madonna, además de gozar de un gran talento, fueron aupados gracias al apoyo que recibieron de la industria musical y audiovisual», añade. La cadena MTV fue uno de los agentes más activos a la hora de aupar a ciertas figuras como megaestrellas: «En los años ochenta, los videosclips de Jackson y Madonna los pasaban hasta doce veces al día. Un ejemplo bastante revelador: en 1992, el clip de "Smell like teen spirit", de Nirvana, fue el más emitido en la MTV europea».

Información dispersa

Xavier Valiño, periodista musical y autor del reciente libro «Retratos pop» (T&B) cree que sólo hubo una época, entre los sesenta y los ochenta, en que se podían construir ídolos de ese tamaño: «Las compañías discográficas no van a invertir lo mismo en grabar discos y promocionar a un artista desde que han dejado de ingresar dinero por las descargas de internet. También influye la dispersión de la información, que antes llegaba en casi todos los países a través de canales muy limitados de televisión y radio; hay que pensar en el impacto de las primeras apariciones en televisión de Elvis o los Beatles. Nadie que empezase en los noventa tendrá ya esa posibilidad».

Muy pocos dudan de que el gran secreto de Madonna y Michael Jackson ha sido su capacidad de mutar su imagen y el estilo de su música y de generar al mismo tiempo un icono universal. «Madonna se ha mantenido porque ha seguido sacando discos interesantes y haciendo giras en las que cuidaba mucho todo lo relacionado con la imagen. No fue el caso de Michael Jackson; sin embargo, éste logró mantenerse en el imaginario colectivo porque la marca que había creado en el pasado era demasiado potente», añade Panera. Valiño añade otro dato sobre el cantante, bailarín, músico y compositor: al haber crecido sin mucho

contacto con la realidad, era mucho más manejable por la industria para convertirlo en un ídolo de multitudes.

Prince firmó grandes discos en los años ochenta y se le considera un multiinstrumentista hiperdotado, «pero su música no era accesible de la misma forma ni su imagen igualmente vendible a todo el mundo», matiza Valiño. Además, la batalla legal con su compañía de discos y los sucesivos cambios de nombre ensombrecieron su apostolado. Por su parte, George Michael vendió toneladas de discos también a finales de los ochenta, hasta que decidió llevar a los tribunales a su discográfica para deshacerse de los códigos musicales que la compañía le había impuesto. Permaneció va- rios años sin publicar álbum, y cuando regresó su fórmula no consiguió acaparar el mismo nivel de éxito logrado a partir de 1987 con «Faith». En los noventa Kurt Cobain tocó el cielo de la fama. El líder de Nirvana llevó la música alternativa a los medios masivos. Muy a su pesar, se convirtió en el espejo en el que se proyectó la angustia de toda una generación. Sin embargo, su personalidad nihilista y su tormentosa vida, abortada con el suicidio, le impidieron mantenerse.

El fallo de Manson

Hay quien incluye en esta lista a Marilyn Manson, sobre todo por una cuestión: hubo un tiempo en que su imagen era tan importante como su música, lo cual implementaba el valor de su repertorio, pero entonces algo falló: «Abusó tanto de esa imagen aberrante que al final cansó a su público». Robbie Willliams se postuló como ídolo para adolescentes tras su paso por la «boyband» Take That a principios de los noventa. En el año 2002 firmó el contrato más jugoso en términos ecónomicos suscrito hasta la fecha por un artista británico. Pero nunca llegó a alcanzar las dimensiones de sus predecesores. Para muchos, Eminem fue el penúltimo proyecto de convertirse en megaestrella mundial. El rapero blanco más famoso del planeta ha jugado de forma inteligente con su imagen, aunque el radio de acción de su música, explica Panera, es bastante pequeño al estar vinculado al hip hop, algo parecido a lo que sucedió con Marilyn Manson.

Desde hace muchos años, Bono ha trascendido su faceta de cantante de U2 para convertirse en activista de causas nobles, embajador de África en el mundo y líder cuasi político y espiritual con asiento en la cumbre de Davos. Se pone el traje de superestrella magnética, responsable y solidaria con una facilidad pasmosa, pero no son pocos los que le acusan de llevar el mismo tren de vida y los caprichosos tics de las otras estrellas, como cambiar su residencia fiscal a ciudades-isla para evitar impuestos y participar en un fondo de inversiones del que es el principal socio financiero. Delfín de otro gran grupo es Thom Yorke, el antimesías del rock y líder de Radiohead, el último grupo que ha logrado concitar un espíritu de época a la vez que renunciaba a ser megaestrella. A Justin Timberlake también se le puede colocar en la misma rampa de lanzamiento: «Nos presionamos mutuamente», ha dicho de él el rapero Kanye West. «Me veo a mí y a Justin como a Prince y Michael Jackson en su época». Timberlake fue ídolo para adolescentes como miembro del grupo *NSYNC. En solitario ha firmado dos álbumes y ha acaparado numerosos premios en Europa y los Estados Unidos, que le coronaron en 2004 como la nueva estrella juvenil. Además, ha colaborado en multitud de discos, entre ellos el último Timbaland y Madonna. Precisamente, hace años fue pareja de Britney Spears, la alumna aventajada de la ambición rubia. Regenta varios negocios y ha sacado una marca de ropa. Nada nuevo en el firmamento pop, que fabrica y destruye artistas al ritmo que marca el mercado, tantas veces alejado de la buena música.

Tres conciertos azucaradosComo la propia Madonna (a la izda.), que en Londres homenajeó al fallecido cantante en el O2 Arenas, Michael Jackson (en la fotografía lleva también una chistera, pero negra) fue una estrella que prestó una atención desusada a su imagen y vestuario, y que, también, ofrecía impactantes macroconciertos cuidados hasta el más mínimo detalle para no defraudar a los miles y miles de admiradores que conseguía reunir en cada directo. La ambición rubia volverá a demostrarlo bastante pronto en España. Así, y después de varios años en los que decidía no incluir a nuestro país en sus llamativas giras, ahora ha cambiado de opinión con la última, que titula «Sticky and Sweet tour part 2», y la semana que viene regresa a tres ciudades: Barcelona (Estadio Olímpico Lluís Compains, día 21 de julio), Madrid (Vicente Calderón, el 23) y Zaragoza (Feria de Muestras, el 25). Lo único que falta por saber es si vendrá acompañada por su flamante nuevo novio, el modelo brasileño de 21 años Jesús Luz, tal y como hizo recientemente en Milán, donde ambos asistieron a una fiesta que organizaron los diseñadores Dolce & Gabbana.