España
La verdad es lo que importa
Hoy en día, nadie que tenga una actividad relacionada con la exposición pública de su trabajo u oferta rechaza lo que se ha dado en llamar técnicas de comunicación, cobrando especial importancia no tanto el mensaje, sino el continente del mismo, las formas, etc. Algunos consideran que se trata de una revolución propia de una sociedad dominada por la comunicación y por los medios que la favorecen tanto en la transmisión de los mensajes, como en la conformación de la opinión pública; sobre todo mediante la persuasión y la evocación, y a veces no tanto la información. Se les recomienda a los políticos que tengan varios registros y, en función de cuál sea su auditorio, utilicen uno u otro, y a veces, lo que es más preocupante, no sólo modulación, sino un radical cambio de mensaje, en función del territorio en el que actúen. Por ejemplo, España puede ser una nación o más de una el mismo día. Esto no es nuevo; la oratoria y la retórica forman parte de la exposición de la cultura desde hace más de dos mil años, lo que amplifica su importancia, por más que hoy se denominen de otra forma; son los medios de comunicación y la velocidad con la que circulan los mensajes. Así por ejemplo Cicerón decía que para persuadir mediante un discurso en el senado hay que hacerlo con menos aparato, puesto que se trata de un órgano consultivo y sabio. En cambio, en la asamblea popular, para hablar de asuntos públicos primero hay que conocerlos y además conocer la psicología de los ciudadanos y, como decía el propio Cicerón, con frecuencia cambia, y por ello hay que cambiar el tono de los discursos «ya que los cambios de actitud en las masas son muy considerables». Pero Cicerón iba más allá y entendía que los discursos también deben utilizarse para concitar a un cambio de actitud hacia la esperanza, el deseo o la gloria y también para apartar a los ciudadanos de la irreflexión y la ira. Como vemos, en comunicación no hemos evolucionado tanto como algunos creen. Está todo inventado. Lo que hoy la hace importante es que ya no hay compartimentos estancos, donde se puede decir una cosa y la contraria el mismo día y en diferentes lugares, porque hoy todo es accesible; podemos ver y oír lo que se dice en uno y otro lugar, a veces con gran asombro para el que escucha y con gran desvergüenza para el que habla. Algunos han llegado a decir que precisamente la ausencia de mensaje definido, la medida ambigüedad, la constante contradicción es una buena plataforma de éxito. Me niego a aceptarlo. Creo que cada vez la sociedad está más madura y menos adormecida; creo que más pronto que tarde se conocen y valoran los mensajes, enfrentándose unos y otros, manifestándose las incoherencias y contradicciones, de tal forma que esperemos que lo que triunfe sea la coherencia, la firmeza y la decidida voluntad de enfrentarse a los problemas reales, sin crear otros. Un buen ejemplo de esto último ha sido la lucha contra ETA y el terrorismo, y el decidido apoyo a las víctimas, algo que hoy parece superado y difícilmente retornable a pasadas vicisitudes de las que ya sólo nos quedan el recuerdo y las fotos de penosas reuniones que pusieron el sistema al límite de su funcionamiento. Parece que sólo queda el penoso recuerdo de ello, pero a la vez una gran esperanza de firmeza y unidad, que hace que los malos poco a poco vayan siendo anulados.
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