Escritores

La vergüenza de un padre herido

El progenitor de una de las tres niñas de Alcàsser se enfrenta a una condena de 16 años. Más de lo que pasan muchos asesinos en la cárcel.

La vergüenza de un padre herido
La vergüenza de un padre heridolarazon

«Yo nunca tuve intención de ofender a nadie. Lo que pasa es que no me callé las cosas que veía mal. Preguntaba por mi hija: que dónde estaba la mano derecha de mi hija, que falta, y me dijeron que se había podrido. Preguntaba por los dientes de mi hija, los 17 dientes que han desaparecido, y me decían que se los habría llevado un ratón. Y yo, claro, estaba indignado y no me callaba».Fernando García, valenciano, colchonero, padre de Miriam, una de las tres niñas de Alcàsser asesinadas, torturadas, masacradas, rematadas a tiros, enterradas en una zanja en los altos solitarios que frecuentaba gente como Antonio Anglés y Miguel Ricart, descubiertas por apicultores, una encima de otra, en una postura que no quedó reflejada en el levantamiento de cadáveres controlado por el forense, lleva una semana sentándose en el banquillo de los acusados.Gente «peligrosa»García se enfrenta a un proceso por injurias y calumnias en el que se le pide mucha cárcel, al menos 16 años, como al criminólogo Juan Ignacio Blanco y a dos periodistas, el director del programa «El juicio del caso Alcàsser» y la presentadora, Amelia Garrigós, a los que se les piden cuatro años. Tal y como si fuera una banda de gente peligrosa. Los que los conocemos damos fe de que sólo hicieron un debate diario, cada día del juicio contra Ricart, allá por 1997, y daban curso a opiniones, unas acertadas, otras no, alguna impertinente, inconveniente, fuera de tono. Quizá habrían merecido una regañina o una multa, ¿pero pedirles más cárcel que si hubieran cometido un homicidio?«Yo creo que a mí en total me piden 24 años», me dice Fernando seguramente mientras le da vueltas la cabeza. Después de tantos años de sufrimiento, con el caso Alcàsser abierto y los criminales sueltos. Uno de ellos, el más perseguido de España, Antonio Anglés. «Y la cosa es», insiste Fernando, que se ha ido acostumbrando a sentarse en el mismo sitio que el acusado como criminal por el secuestro y asesinato de Miriam, Toñi y Desirée, «que todo lo que hay contra mí, me dice mi abogado, debería estar prescrito. Que está atado por los pelos». Fernando García perdió a su hija, estuvo buscándola como loco durante semanas y finalmente se la devolvieron encima de una mesa de la morgue, desgarrada, apaleada, desfigurada, sobre un mar de preguntas sin respuesta. Podría decirse que enloqueció de dolor, empezó a mirar a su alrededor y tomar nota de lo que pasaba. Se dio cuenta de que había muchas cosas que no andaban bien, que no se hacían bien. Fernando quería justicia y arremetió contra todo lo oscuro hasta que conseguía sacarle las entrañas y dejarlas expuestas al examen público. Esas palabras suyas, llenas de angustia y rencor, como una bestia herida, son las que le han llevado a sentarse en la Audiencia Provincial de Valencia.«Esto, la verdad, lo estoy viviendo con gran vergüenza», confiesa dejando por un momento bajas las defensas. «Toda mi vida la he dedicado al trabajo y no he cometido nunca delito alguno. Pero tengo que sentarme en el banquillo como un delincuente». ¿Se imaginan ahí a los padres que han perdido a sus hijas: el de Sara Morales, el de Sandra Palo… Han perdido a sus hijas… y cuidadito con lo que dicen. La ley puede exigir más por unas palabras atravesadas que por cuatro raptos, cuatro violaciones y cuatro asesinatos. Puede exigir un millón de euros a un colchonero y no cobrarle nunca a un asesino porque son insolventes y enseguida se hacen humo, como Anglés.Injurias y calumnias. Delitos y faltas. La indignación de Fernando, el celo de Juan Ignacio Blanco, criminólogo enjuto y quijote, entregado a la bruma de un misterio sin resolver. Apaleado por la Prensa y en el banquillo de mala manera. ¡Qué mal pagan a los que se entregan sin reserva! Ecos del 97A ver quién entiende lo que está pasando en esta sala de Valencia donde la gente honrada responde de delitos que jamás creyeron cometer y el ambiente se puebla de fantasmas plenos de ausencia. ¡A ver si resuelven de una vez el caso Alcàsser! Traigan a todos los culpables. Y si no son capaces, sean humildes, respeten el dolor, no pongan la ley por encima de la razón. Esta vista oral nos pone los pelos de punta. Nos llegan los ecos de aquel juicio del 97. ¿Quién podría pensar que 12 años más tarde las víctimas serían juzgadas? De perseguidores a perseguidos, reos de la caridad pública. «Yo creo que si un juez no lo hace bien tiene que someterse a la crítica, como un albañil», admite García. «Hay cosas que dije y lo reconozco, pero otras no. Me han puesto palabras que no he dicho… Cuando me ha tocado declarar he dejado clara mi intención de no ofender…»«Oiga», dice un tipo muy educado en la cola de la Audiencia, «¿usted cree que serán capaces de meter en la cárcel al padre de Miriam?»