Crítica de libros
La vísperade ayer (IV)
Mi propia experiencia entre los mafiosos del Savoy me dice que en este ambiente las mujeres son a menudo la causa de los conflictos y la única razón sensata por la que un hombre pierde con frecuencia los estribos, la dignidad y, casi siempre, el dinero. No podría ser de otro modo. En la conducta del hombre la tentación sexual es más determinante que cualquier otra debilidad y en el hampa es difícil concebir el ejercicio del poder sin asociarlo a la seducción femenina. Ellos traman las operaciones, cierran los negocios y consiguen el dinero, pero no hay un solo asunto en el que al final del circuito no sea evidente la insaciable codicia de una mujer hermosa. Por los gastos de sus chicas sabe el detective Fuller a qué mafiosos vigilar de cerca después de cualquier negocio turbio. Aunque sus amantes las controlan para que no llamen la atención con sus despilfarros, es inevitable hacer concesiones, aunque sólo sea para que en el ambiente se sepa de quién es el dinero que manejan las fulanas. A veces Fuller señala a alguien con una advertencia inquietante: «Vigila a tu chica, muchacho, porque se le están yendo de la lengua las manos». En una ocasión Tonino Fiore reprendió a Jeanie Osmond con un llamamiento a cierta austeridad: «No está bien que lleves tantas joyas encima. Además de que pones en guardia al detective Fuller, nena, con tanto metal podrías atraen las tormentas». Una de aquellas noches, Fuller hizo un aparte con ella y le dijo: «Verás, encanto: tu belleza te ha permitido llegar muy alto, pero el peso de tus joyas no te dejará ir muy lejos. No podrás explicar tanta riqueza sin incriminar a alguien. Por otra parte, de aquí a pocos años serás una mujer madura; y eso significa, amiga mía, que cada vez que te mire a la cara, Fiore no podrá evitar ver en tus arrugas las dobleces de sus facturas. Y entonces, ¿sabes?, entonces, como suele ocurrir, de tus brazos se habrá ido la elegancia de los modales y quedará apenas el ruido de las alhajas. No estará de más que te hagas a la idea. Ahora eres joven y crees que tu sitio es el lienzo de un pintor, pero de aquí a pocos años comprenderás que tu destino en realidad es una cita en la sórdida tienda del perista».
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