Política penitenciaria

Ladrones de dignidad

Doctor en psicología clínica y forense

La Razón
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Hacen lo que quieren y saben que quieren hacerlo. Su enfermedad no es mental, sino moral. Cuando hablo con ellos en la cárcel y les pregunto si piensan en las víctimas, se quedan sorprendidos: «la víctima soy yo, que estoy en la cárcel». No tienen sentimiento de compasión, no piden perdón, no se arrepienten. Por eso, su cambio cognitivo no existe. No son conscientes del daño que ocasionan. Y eso hace que los psiquiatras y psicólogos no podamos garantizar la no reincidencia. El tratamiento en la cárcel debe ser obligatorio y la condena debe ser muy larga y disuasoria. A la salida, deberán de acudir semanalmente al juez de vigilancia y seguir en tratamiento. En las cárceles se portan muy bien porque no tienen el objeto de pulsión. La mayoría no acepta tratamientos profundos y, por eso, cuando cumplen la pena, entienden que ya han pagado y reinciden. Deberían llevar un GPS que les recuerde que están siendo supervisados. No soy contrario al castrador químico entendido como inhibidor farmacológico. La sociedad española es un clamor contra estos desalmados.