López Garrido y la UE

Zapatero ha dicho en varias ocasiones que presta mucha atención a todo lo relacionado con la Unión Europea (UE), asunto que es una de sus máximas prioridades. Y puede que hasta sea cierto. Sin embargo, los hechos se encargan de desmentir sus afirmaciones. Hace algo más de un año me sorprendió el nombramiento de Diego López Garrido como secretario de Estado de la UE, ya que no se le conocía una especial vinculación con los temas comunitarios, si se exceptúa su obra sobre Derecho Constitucional europeo. Pero eso es una cosa, y otra muy distinta es saberse el funcionamiento interno del día a día y trajinarse los pasillos comunitarios para buscar soluciones a los problemas. Y, de esto último, Diego López Garrido estaba pez y me temo que continúa lo mismo. Dicho de otra manera, el nombramiento resulta incomprensible. Podría poner unos cuantos ejemplos. Resulta que López Garrido no se distingue precisamente por sus conocimientos de idiomas, por lo que ha tenido que acudir a diversos encuentros y entrevistas con intérprete, por lo menos en los primeros meses, tras ocupar este puesto. Ahora anda perfeccionando su inglés con un profesor particular. Parece lógico que para ser secretario de Estado de la UE se exija «defenderse» en dos idiomas. Las relaciones entre López Garrido y los responsables de la Representación Permanente de España ante la UE no son todo lo estrechas que debieran. Por otro lado, el secretario de Estado se ha creído que es un ministro para Europa, y que está al mismo nivel que los titulares de las diversas carteras, cuando justamente su misión es apoyar a los miembros del Gobierno en su periplo por los pasillos comunitarios. Pero claro, eso no lo puede hacer porque tampoco los conoce. Ahora se ha puesto a participar en mítines y actos electorales, en los que está demostrando, por ejemplo, que su dominio de la PAC es más bien escaso. Y todo esto sucede justo cuando nos encontramos metidos de lleno en la preparación del semestre de la presidencia española, a partir del 1 de enero próximo. No parece que sean los mejores mimbres para hacer un buen cesto.