Feria de Bilbao
Luto en San Fermín
PAMPLONA- El encierro ya se presentía duro por la leyenda que acompaña a los toros de la ganadería de Jandilla. En las trece ocasiones, número maldito, que han corrido por las calles de Pamplona han dejado heridas a 24 personas. Pero lo que no se intuía en la mañana de ayer, cuando sonaban los cohetes anunciadores a los ocho en punto, es que tres cuartos de hora después Daniel Jimeno Romero, de 27 años, perdería la vida de una cornada mortal en el cuello. No hubo manos médicas que pudieran remediar lo inevitable. El corredor llegó al hospital Virgen del Camino de Pamplona con parada cardiaca y «con aspecto de vacío, porque había sangrado mucho. Tenía arrancada la vena cava, por lo que no se ha podido hacer nada por salvar su vida», apuntó la cirujana Esther Vila. Padre navarroEran las 8:45 de la mañana y las calles de Pamplona se teñían de luto por un mozo de la localidad madrileña de Alcalá de Henares. Un pañuelo rojo, santo y seña de las fiestas sanfermineras, atado a la talanquera donde intentó auparse el mozo en el último instante, recordaba a Daniel. Se convirtió el pañuelo en lugar de peregrinaje de los corredores durante todo el día, lo colmaron de besos, lloros y lamentos. Homenaje a un chaval que vio venir al toro, ya en el suelo, cuando se arremolinó la gente en el tramo de Telefónica. Al final del encierro. El toro «Capuchino», de 515 kilos, el único colorado de todos, se escapó de la manada, se quedó retrasado e hizo la carrera aparte, tenía veneno el ejemplar de Jandilla. Atacó el toro a un grupo de chavales contra las vallas y ahí, justo ahí, se encontraba Daniel Jimeno. El derrote fue seco, brutal y rápido. Herido mortal en el cuello, nada se pudo hacer para salvarle la vida. «Lo que ha ocurrido ha sido una desgracia. No ha sido una imprudencia del chico. Sí es verdad que en ese punto del encierro se agolpan corredores parados. Es un punto negro, en el que todos los días se ve que los toros pasan rozando a los corredores, y no se debe quedar nadie ahí parado. Pero que le corneara es una desgracia inmensa», lo dice Antonio Navarro, un madrileño que se recorre la geografía en búsqueda de buenos encierros. Pocas pasiones se viven con tanta intensidad como la de los sanfermines. Así lo explica un experimentado corredor de la tierra, Jokin Zausti: «Supone mucha adrenalina y una tradición, que hace que se enganche gente de fuera». EnsañamientoPara quienes sienten los encierros desde dentro la jornada de ayer supo a tristeza rotunda. Zausti lo vivió de cerca, el drama se desenvolvió en aquellos terrenos donde él mejor se maneja. «No he visto la cornada en sí, pero sí que el toro ha arremetido contra esa gente. Hemos intentado que el animal siguiera para la plaza, pero era complicado, porque estaba solo. Cuando un toro se ensaña con un corredor puedes quitárselo, pero no si arremete contra un grupo de gente parado». En estas situaciones, cuando el drama se hace tan evidente y azota tan rápido es fácil abrir el debate. Ante esta cuestión Jokin Zausti es tajante: «Yo colaboro con el Ayuntamiento de Pamplona para poner solución a la masificación, porque viene gente de todo el mundo, y puedo asegurar que se hace un verdadero esfuerzo por que la organización sea impecable. Pero cuando se trata de toros no se puede prever el riesgo, es incontrolable. Se intenta evitar las desgracias gratuitas, el resto no está en manos de nadie». En las horas previas al comienzo del festejo (las ocho en punto de la mañana) la Policía se encarga de que las personas que van a correr el encierro se encuentren el pleno estado de facultades y no supongan un peligro para ellos ni para el resto de mozos dispuestos a descargar adrenalina en los minutos más frenéticos del día. «Los dispositivos son impecables y se cuida mucho que no haya en el recorrido ni menores ni borrachos. Otra cosa son las desgracias», apunta Josetxu Arbine, otro corredor. Ayer nada pudo evitar el duelo que estaba por venir en un pitonazo certero de «Capuchino», el toro maldito que hirió a cuatro personas y acabó con la vida de Daniel Jimeno. El cuarto encierro sanferminero acabó en luto. El rojo y blanco de San Fermín de ahogó en negro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar