Centro de Arte Reina Sofía

Misión imposible: matar a Rodin

La Fundación Mapfre reúne en una exposición esculturas de principios de siglo XX de los artistas que quisieron fundar un nuevo canon superando el lenguaje de Rodin 

Misión imposible: matar a Rodin
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El plan era aniquilar al padre, acabar con el poderoso sello que había creado Auguste Rodin a finales del siglo XIX. Picasso, Brancusi, Maillol, Bourdelle, Epstein, Duchamp-Villon, Lehmbruck, Julio González y Archipenko cogieron el testigo del gran maestro a principios del siglo XX. Algunos de ellos habían llegado a París seducidos por el influjo de Rodin con el reto de abrir nuevos caminos. Querían instaurar una nueva era en la escultura donde estuvieran presentes los valores formales de la vanguardia que ya se podían ver en la pintura. Si los pintores reaccionaron contra el impresionismo, los escultores hicieron lo propio con Rodin.Una figura intocableEl dilema era saber hasta dónde había que mantener los puntos cardinales de la tradición y hasta dónde incorporar los hallazgos de las vanguardias. Acabar con la figura del padre Rodin no era sencillo. Algunos de ellos habían trabajado como colaboradores en su taller, caso de Brancusi, Bourdelle o Josep Clarà. Y, además, si bien el «rodinismo» representaba la culminación de la escultura tradicional, tal y como señala Pablo Jiménez Burillo, director general de la Fundación Mapfre, «no es menos cierto que Rodin suponía el inicio de la escultura moderna», el gran tótem al que había que mirar para seguir avanzando. Todo lo que de significativo pasó en la escultura europea en esos primeros años del siglo XX está plasmado en la exposición «¿Olvidar a Rodin? Escultura en París 1905-1914», que hoy se inaugura en la Fundación Mapfre, en Madrid, después de haber pasado por el Museo D'Orsay de París. Ambas instituciones han coproducido este montaje, con la colaboración de la Stiftung Wilhelm Lehmbruck Museum, que ha contado con los préstamos de numerosas instituciones públicas y privadas. La conservadora-jefe de Escultura del Museo D'Orsay, Catherine Chevillot, plantea aquí una nueva lectura de los orígenes de la escultura moderna, que tuvo París como gran escenario: «Son artistas que comparten una misma concepción del hecho escultórico y, sin embargo, apenas se ha visto junto su trabajo en una exposición», explica Chevillot, comisaria de esta cita que podrá verse hasta 13 de septiembre. Españoles europeosEl signo de los nuevos tiempos también sopló para artistas españoles como Manolo Hughé, Gargallo, Casanovas, Clarà, además de los indiscutibles Julio González y Picasso: «El trabajo de todos ellos se inscribió en el discurso internacional europeo y esta exposición sirve para contextualizar y poner en alza su trabajo», señala Jiménez Burillo. Los rasgos que definen el nuevo canon se basan en lo que ellos mismos llamaron una vuelta al origen, con una depuración formal de la materia, alejada del dramatismo y la tensión que Rodin imprimía a sus creaciones. Debajo de algunas de estas piezas es fácil descubrir un cilindro, un cono, una esfera o cualquier otra forma elemental y geométrica. El caos de Rodin se torna en serenidad y falta de expresividad. Maillol había dicho que el rostro debía ser «una máscara encima de una bola» y defendía que la escultura era una forma de arquitectura. Muchos de estos artistas hicieron suya la teoría de los «tabiques de vidrio» de Adolf von Hildebrand, según la cual el relieve debía estar contenido entre dos paredes de vidrio imaginario. Una de las obras más representativas que se ha traído a Madrid es «La Mediterránea», del francés Aristide Maillol, sobre todo porque es la primera vez que sale del Museo D'Orsay y porque representa el caso de artista anclado a mitad de camino entre el viejo lenguaje y la modernidad. El artista mejor representado en la exposición es Lehmbruck. Su obra giró en torno a la representación del cuerpo humano, especialmente la mujer, algo que tuvo en común con casi todos sus coetáneos; sin embargo, este artista alemán dotó a su criaturas, desnudos angulares y estilizados, de un carácter expresionista muy marcado que transmite, sobre todo, desesperación. Un sentimiento de hartazgo que se acentúa con la irrupción de la Gran Guerra de 1914. Precisamente el recorrido de la exposición finaliza con una de sus esculturas, «El hombre sentado», junto al «Pensador» de Rodin, un signo bastante revelador de cómo, a pesar de las intenciones, la huella de Rodin sobrevive en aquellos jóvenes emergentes que pretendían asesinarlo.

Monet y Renoir estarán en MadridLa Fundación Mapfre acogerá el próximo año una exposición con unas cien obras de pintura impresionista procedentes del Museo D'Orsay. El acuerdo del préstamo viene enmarcado en la futura renovación del museo francés, donde se llevará a cabo una profunda reorganización de las salas de la colección permanente para modernizar la presentación de las mismas. Entre el grupo de obras que viajarán desde París están «El columpio», de Renoir, «El flautista» de Manet, «La urraca» de Monet, «La escuela de danza» de Degas y «La casa del ahorcado» de Cézanne. Después de Madrid, la exposición seguirá un recorrido por otras ciudades.