Música

Música

Modosa Sodoma

La Razón
La RazónLa Razón

Vivo desde hace años en el cinturón claveteado de Chueca y he visto la evolución de sus fiestas de orgullo gay. Todavía queda la ilusión desmadrada de quien viene de fuera a menear el trasero recordando aquella canción de mi hermano Carlos, «Amor de látex, amor de goma, vacaciones en Sodoma», pero, ¡ay! estas sodomas madrileñas se nos han quedado modosas ya de tanto hábito, y ni los chicos y chicas con bigote que se morrean bajo las farolas, las divinas emplumadas, los barrigones osos peludos, los pimpollos fashionvictims, los travelos con plataformas estratósféricas o los jóvenes cuarentones con tanga de leopardo parece que se diviertan como antes, con ese gozo libre y visceral, sin parecer que repiten una función ya muy vista donde sólo cabe meter unas cuantas morcillas y tratar de renovar el vestuario disimulando el dolor de pies y de barriga. «La culpa es de los heterosexuales, que lo invaden todo y acaban jodiendo la fiesta», oigo comentar en una esquina. Quién sabe si el colectivo hoy tan repartido en facciones acabará pidiendo la segregación. Entre tanto, los homosexuales exquisitos se refugian en el «Off-Chueca» que es la calle de la Reina y sus locales para sibaritas amantes de la variedad y la buena coctelería. El Susan, Del Diego y el Cock. Allí la charanga y el verbeneo sólo son un barullo lejano de masas sudorosas se supone que llenas de gracia y un paraíso para los carteristas. ¿Harán un día una zarzuela sobre el tema a la sombra de «La Gran Vía» del maestro Chueca? Mientras tanto, en un balcón en la calle cuelga un cartel: «Queremos descansar». Por la ventana se asoma una pareja de señores ojerosos en bata de seda y con el pelo rapado. Y es que no puede haber fiesta a gusto de todos.