Elecciones europeas
«No sabemosa qué estamos votando»
Zapatero y Rajoy acudieron a las urnas y animaron a votar a un electorado resignado ante la ausencia de ideas.
A nadie –aunque se debería, y más en estas europeas con discursos y mensajes tan disuasorios– le aplauden por votar... a no ser que se sea el presidente del Gobierno o el líder de la oposición. También recibieron alguna que otra reprimenda. «¡¡¡La crisis!!!», le gritó un hombre a Rodríguez Zapatero al entrar al colegio Nuestra Señora del Buen Consejo donde, y en este sí, había bastante animación entre periodistas, agentes del orden y curiosos. Tampoco los ciudadanos sonríen tanto cuando depositan su voto en la urna. Claro que no hay unos veinte fotógrafos dándose codazos para sacarles una instantánea. A Zapatero y a su esposa Sonsoles Espinosa no se les quitaba el semblante de felicidad, mientras a los miembros de la mesa electoral tampoco se les desvanecía el gesto de susto, disimulado con una sonrisa de circunstancias, ante tan ilustre visita. Parecida situación se vivió en el colegio de Aravaca en el que Mariano Rajoy ejercía su derecho a voto. Ayer, al menos estéticamente, todo les unía más que les separaba. Ambos iban vestidos de domingo, lo que, en el caso de un político consiste en despojarse de la corbata. Para el líder del PP su recorrido por el colegio electoral fue un paseo triunfal. Aplausos y más aplausos. No sólo le enfocaban los reporteros gráficos, también los móviles de más de un ciudadano «para enseñárselo a mis amigas», decía una joven. Si en ambos colegios la llegada de Zapatero y de Rajoy se vivió como una fiesta, no sucedía lo mismo en uno sin políticos que amenizasen la mañana. «¡A ver, qué te vea yo la papeleta!», le increpaba una mujer de mediana edad a su marido ante la sospecha de que le iba a traicionar en el último momento. Hubo un conato de tarascada que no mejorarían ni los guionistas de «Escenas de matrimonio».
«No sé qué estoy votando»
La gente no disimulaba que votaba a las europeas como si fuesen unas generales, sin acertar a ver siquiera a Europa en el horizonte. Así lo reconocía Fernando, de 50 años: «No se ha hablado de la Unión Europea, sinceramente yo no sé lo que estoy votando». ¿Entonces? «Tal y como se han comportado en la campaña electoral, con tantos insultos, tan negativa, no se merecen que estemos hoy aquí, pero...» afirmaba resignado mientras los miembros de las mesas electorales seguían bostezando.
El músculo de la jornada
Se miran de reojo y son los únicos que aportaron algo de músculo a la jornada electoral. En un colegio del centro de Madrid, los interventores de los distintos partidos políticos no tuvieron mayores incidentes que averiguar en qué mesa tenían que votar los ciudadanos más despistados–«no sé para qué la oficina del censo les envía una tarjeta con su número de mesa porque ni la miran, es tirar el dinero», decía uno de ellos–, y vigilar que las papeletas de sus partidos estaban en una posición privilegiada para que las viesen los electores. Aunque mantienen el discurso oficial de sus respectivas formaciones políticas, sí que admiten que la motivación del electorado ante las Europeas siempre es menor, «aunque este año, con un poco de suerte, como los ciudadanos lo interpretan en clave doméstica...».
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